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· Lucy ·

—Ahora.—pausó Celest, regresando a su forma humana. —Presentemos nuestras hijas al reino.

—¿¡El reino?!—exclamó Juvia, nerviosa.

—Claro, si algún día serán las reinas, deben conocer su reino, ¿no?—respondió mamá.

—Sí...—respondió Juvia.

—Bien, síganme.—dijo Aris, y la seguimos.

Llegamos al reino de mi madre, después continuamos caminando, y detrás de unas montañas, había un palacio. Detrás del palacio, había una especie de pueblo. Era bonito, hermoso, he de decir, pero lo que me sorprendió, fue que habían dragones y también humanos.

—¿Dónde estamos?—preguntó Levy.

—Este es el pueblo.—respondió Aris.

—Ya llamaremos a los habitantes.—dijo Celest. Las tres se dieron una mirada, y asintieron. Después se transformaron en dragón, y dieron un gran rugido, el cual llamó la atención de todo el pueblo.

—Suban a nuestro lomo.—ordenó Aris, y nosotras obedecimos. Abrieron sus alas, y comenzaron a volar por todo el pueblo, hasta que pararon en el centro. 

—Por favor, ¡acérquense!—gritó mamá, regresando a su forma humana.—¡Hemos encontrado nuevamente a nuestras hijas, las futuras reinas de este reino!—término de hablar, y todos los habitantes nos rodearon.

Nos presentaron a todos y cada uno de ellos. Algunos eran Terra, la dragona de tierra, Weisslogia, el dragón de luz, Skialdrum, el dragón de la sombra, Aqua, la dragona de agua, Diamond, el dragón del diamante, Gold, el dragón del oro, y muchos más, pero nos dijeron que faltaban tres más.

—Este fue un día agotador...—suspiró Juvia cuando nos alejamos del pueblo.

—Bueno, pero ahora, es tiempo de que vayan a dormir.—dijo Aris.

—Terra, ¿podrías llevarlas a sus habitaciones?—preguntó Celest, y Terra apareció.

—Sí, Celest. Síganme.—dijo. Nos despedimos de nuestras madres, y la seguimos.

Llegamos a una cabaña grande y acogedora, con tres camas dentro de ella. Había una chimenea, un armario repleto de libros, y un baño. 

—Aquí es.—dijo Terra, y sin más decir, desapareció.

—Supongo que deberíamos dormir.—dijo Levy. Luego de horas hablando, compartiendo todo lo que pensabamos, nuestras preocupaciones y sentimientos, nos acostamos. 

—Extraño Fairy Tail...—susurró Juvia después de apagar las luces.

—Yo también, pero algún día regresaremos siendo mucho más fuertes, así ayudaremos a todos con misiones y a proteger el gremio. —dije, tratando de animarlas pero ya se habían dormido y yo me dejé caer en los brazos de Morfeo.

· · · · · · · · · · 

Despertamos debido a un pequeño temblor.

—¡L-Lu-chan!—gritó Levy asustada.

Logramos salir, para ver quien estaba causando los temblores, eran nuestras madres.

—¿¡Qué están haciendo provocando temblores tan temprano?!—gritó Juvia.

—Son las once de la mañana, dormilonas, es tiempo que despierten. Es hora de entrenar.—dijo Aris.

—¡Imposible que sean las once de la mañana!—exclamó Juvia.

—Pues sí, así que ahora vayan con Aqua. Ella les dará agua para que se puedan dar un baño.—ordenó Celest, y nosotras obedecimos.

Nos dimos un baño, y nos pusimos unos atuendos que Terra nos dio.

Nos dirigimos hacia el pueblo, y ahí estaban nuestras madres, con un señor de cabello rojizo y ojos verdes, una señora de cabello blanco como la nieve y ojos azules como el cielo, y un señor de cabello negro y ojos del mismo color.

—Hasta que aparecieron.—se quejó mamá.

—No es normal que nos despertemos con temblores.—me defendí.

—Bueno, después hacen sus peleas de mamá e hija.—interrumpió Celest, sonriendo. —Ahora hay que presentarlos, Layla—dijo, y mamá asintió.

—Bueno, creo que ya se percataron de la presencia de nuestros amigos...—empezó mamá.

—Ellos son Igneel Dragneel, el dragón de fuego, Grandine Marvell, la dragona de viento, y Metallicana Redfox, el dragón de hierro.—aclaró Aris.

Grandine fue la primer en acercarse, ansiosa. —¡Hola! Ustedes conocen a Wendy, ¿no?—preguntó Grandine con una gran sonrisa.

—Eh... sí.—respondió Juvia.

—¿Está bien? ¿Ha crecido? ¿Cómo se encuentra? ¡Estoy tan nerviosa!—gritó Grandine. Ella le hizo miles de preguntas sobre Wendy, y la pobre de Juvia las tuvo que contestar todas.

—Hey.—dijo Metallicana, acercándose a nosotras. Su voz era grave, y me causó escalofríos al escucharla. —Lamento si mi hijo te hizo algo malo. No solo a ti, a todas... sé que suele ser bastante... inmaduro.—dijo Metallicana a Levy.

Levy rió. —¿Inmaduro? No creo que ese sea la única palabra para describirlo.—contestó. —No se preocupe.

Igneel se acercó a nosotras, formando una sonrisa cálida. —Como ya sabes, yo soy Igneel, y mi hijo es algo torpe...—susurró, riendo. —No, Natsu es muy torpe.—dijo Igneel rascando su nuca.

—Eso no lo puedo negar.—respondí riendo. Todos continuamos hablando, hasta que mamá nos interrumpió.

—Parece que ya se llevan bien...—susurró Aris con una gran sonrisa.

—Bueno, es mejor que les presentemos a sus guardaespaldas.—dijo mamá.

—¿Guardaespaldas?—preguntó Juvia.

—Sí, guardaespaldas. Todavía no han entrenado, y su magia no es lo suficientemente poderosa o fuerte para que se puedan defender de algún peligro real, así que deben tener a alguien que las proteja por mientras.—respondió Celest.

—Bien...—dijo Levy con un puchero.


  · Normal ·

     Layla llevó a las chicas a una cabaña, donde se encontraban tres figuras conocidas para ellas. Sakura, Eve y Ice las observaron con una pequeña sonrisa, viendo como sus rostros formaban expresiones de sorpresa. 

—Creo que ya las conocen, ¿no?—dijo Aris.

—¿Qué hacen ustedes aquí...?—susurró Juvia, claramente herida y preocupaba al ver sus presencias.

—Hola...—susurró Eve.

—¿¡Q-Qué hacen aquí?!—gritó Lucy con los ojos como platos.

—Bueno...

Ya nada es igual [Editando]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora