Capítulo 3.

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 Soñaba. Tenía que estar soñando. Unos ojos así de hermosos no podían pertenecer más que al mundo de los sueños. Respiró profundamente y habló:

-     Sabía que vendrías –susurró emocionada. Mientras intentaba enfocar bien a la persona que veía. Parecía mucho más pequeña de lo que recordaba.

-     Dormiste mucho tiempo. Mi papá ha estado muy preocupado por ti –“¿Mi papá?”. Esa definitivamente no era la voz que esperaba escuchar.

-     ¿Dónde estoy? ¿Quién eres? –Preguntó un poco asustada. Aún estaba aturdida.

-     Estás en el Hospital Santa Juana.

-     ¿Hospital? ¿Pero? –Su tono de voz se elevó un poco.

-     ¡Shhh! Papá duerme. –Dijo la niña, señalando a un hombre rubio que descansaba sentado en un sofá con un periódico en el regazo.

-     ¿Qué? ¿Tú papá? No entiendo. ¿Dónde está Tomy?

-     ¿Quién es Tomy?

-     Pero… pero… yo lo vi. ¡Él estaba aquí! Fue él quien me pidió que despertara.

-     Papá y yo somos los únicos que hemos estado aquí. –Respondió la niña–. Cuando piensa que no lo veo te pide que despiertes. Debió ser su voz la que escuchaste.

-     Pero…

-     ¡Gracias! –Dijo entonces la pequeña, lanzándose sobre la mujer que no se esperaba para nada el abrazo que recibió.

-     ¿Gracias? ¿Por qué?

-     Me salvaste.

-     ¿Yo? –Entonces el hombre despertó.

-     ¡Finalmente reaccionó! –Dijo feliz al ver a la rubia despierta–. Lilly bájate de ahí. La señorita necesita descansar. Te he dicho miles de veces que puedes lastimarla si te subes a su cama. –Se acercó hasta donde estaban y abrazó a la pequeña–. Lo lamento mucho, es un poco inquieta. Hemos estado muy preocupados por Usted.

-     Yo… no entiendo nada.

-     Se lo explicaré todo, pero antes… –se inclinó un poco sobre ella, extendiendo un brazo.

-     ¿Qué intenta hacer? –La rubia instintivamente se empujó hacia la cabecera de la cama y de un golpe alejó el brazo que se había extendido sobre ella.

-     Sólo intento pedir ayuda. –Respondió él señalando el timbre colocado sobre la cabecera–, ha Usted estado mucho tiempo inconsciente. Alguien debe examinarla. ¿Me permite? –Preguntó.

-     ¡Oh, que tonta! Adelante, por favor. –Contestó avergonzada, pero luego, pareciendo darse cuenta de algo que se le había escapado volvió a interrumpirlo–. Espere un momento, dijo Usted ¿mucho tiempo?

-     Así es.

-     Puede ser más claro. ¿Qué tanto tiempo es "mucho tiempo"?

-     Pues el accidente fue hace cuatro días. Por cierto no he podido agrade…

-     ¡CUATRO DÍAS! No puede ser. ¡Tengo una reunión urgente de trabajo!, ¡ANTIER! –Gritó.

-     Se dice pasado mañana. –Intervino la pequeña, haciendo cuentas con los dedos–, tengo una reunión de trabajo pasado mañana. Hoy, mañana y luego pasado mañana.

-     ¿Por qué no me despertaron? –Dijo aventando las sábanas que la cubrían para después intentar ponerse de pie.

-     Oh, sí. –Su tono no era precisamente amable–. Es tan sencillo regresar de la inconsciencia a alguien que fue atropellado, recibió múltiples golpes e hizo pedazos un parabrisas con la cabeza. Sólo debes chasquear los dedos, o mejor aún, ponerle un reloj despertador al lado de los oídos y listo, ¡despierta como por arte de magia! –Respondió el hombre irónico–. ¿A dónde cree que va? –La chica estaba poniéndose en pie–. ¡Hágame el grandísimo favor de volver a recostarse! No puede ir a ningún lado sin la autorización de un médico.

BeirlatDonde viven las historias. Descúbrelo ahora