Otro turno de noche para mí.
Pensaba mientras las puertas automáticas del hospital se abrían, dejándome paso para entrar y así dejando atrás la oscuridad de la noche, la cual provenía de las calles donde anteriormente había caminado.
Al paso que entraba saludaba a cada compañero que me encontraba. Ellos se iban, ya habían acabado su turno recientemente, pero yo lo empezaba. Tan solo estaba empezando en el mundo de la medicina, era normal que me usaran constantemente como a un muñeco para rellenar turnos de los demás.
Nunca me quejaré.
Pensaba de nuevo en mi mente.
De hecho siempre tendría la oportunidad de practicar con los muertos (como tenía permitido) que se almacenaban y así mejorar más mis técnicas aprendidas. Seguí hablando solo interiormente mientras saludaba a más compañeras y compañeros que se iban a casa con rostros sonrientes.
Nunca lograría entender como después de una larga jornada de trabajo, podían seguir tan sonrientes ¿a caso tan solo fingían? yo siempre había sido muy expresivo con mi rostro. Si me sentía cansado, solamente lo demostraba sin sonreír, manteniendo los ojos medio cerrados. Pero ellos, era como si tuvieran unas pilas en el interior de sus corazones, dándoles energía cada hora, minuto y segundo.
Seguí caminando recto y me dirigí hacia las escaleras que quedaban a mi izquierda, mientras subía aquellas largas escaleras blancas y anchas observaba como bajaban aún más compañeros los cuales no conocía.
Entre todos aquellos desconocidos, un bello rostro me llamó la atención. Me quedé embobado mirando a una chica que bajaba junto a un chico.
Ellos mantenían una conversación.
El chico, el único que podía reconocer entre todos aquellos desconocidos, era el Dr. Zenbach. Según lo que había oído hablar de él era un neurólogo excelente. Que había ganado demasiados premios en el mundo de la medicina. Pero que raramente nunca había aceptado ser entrevistado.
Mi despiste fue tan eterno, que sin percatarme, le di un empujón con mi hombro al Dr. Zenbach. Este solo me ignoró, pero la chica que le acompañaba me miró, tan solo unos segundos.
Su mirada me intimidó, me interesé por su nombre, así que busqué rápidamente con mis ojos su firma en alguna parte de su bata médica. Pude ver que tenía escrito "Annie." Pero no pude asegurar si ese era su nombre, ya que tan solo fueron unos segundos rápidos los que pude observarla.
Seguí subiendo aquellas escaleras infinitas, las cuales por fin me llevaron a la primera planta, donde los pasillos ya quedaban abandonados.
Eché una ojeada desde las escaleras, de puntillas, pudiendo ver la entrada del hospital, y todo ya estaba desolado.
No era la primera vez que hacía un turno de noche, obviamente. Tan solo llevaba un mes como estudiante en el "Hospital Universitario Sumare" y desde el primer día me ordenaron de cuidar a los pacientes por la noche, por si sufrían algún problema, incluso cuando los servicios de limpieza abandonaban el hospital, yo me tenía que quedar hasta que el hospital se abriera por la mañana nuevamente.
Siempre me preguntaba, qué porque no había más compañeros por la noche, controlando el hospital, como tendría que haber. Luego comprendí que en un pueblucho como SmartVille nunca ocurrían tragedias nocturnas, así que no había peligro.
Las luces de la planta en la que estaba se encontraban apagadas. Me dirigí al cuarto de limpieza, el cual estaba al lado de recepción.
Abrí la puerta del cuarto de limpieza, fue fácil ya que el conserje siempre me dejaba las llaves puestas en el pomo por si necesitaba papel higiénico una vez iba al baño, o por si tenía que limpiar el vómito de algún paciente enfermo.
Entré en el cuarto y encendí la luz, caminé hasta llegar a la vista de un armario pequeño que estaba pegado en la pared a una altura normal, lo abrí con tan solo un golpe de mano. Desgraciadamente la puertecita del armario estaba rota, y su cerradura igual. Tan solo se abría con un golpecito, que me había enseñado a hacer el conserje. Siempre acababa con la mano un poco roja. Seguidamente tocando algunos interruptores, encendí las luces de todos los pasillos, de todas las plantas del hospital.
Antes de abandonar el cuarto del conserje, me fijé que tan solo habían estanterías llenas de productos de limpieza y papel higiénico, demasiado papel higiénico.
Salí.
De nuevo me encontraba en medio del pasillo, con las luces encendidas. Pero faltaba abrir las puertas de las habitaciones de los pacientes.
Caminé por el pasillo, y frenaba cada vez que tenía que abrir la puerta de cada cuarto para comprobar que los pacientes descansaban. Seguro soñaban que vivían una vida mejor, sin estar encerrados en un hospital, como inútiles.
Acabé de abrir todas las puertas.
Me encontraba al final del pasillo, y se encontraba una habitación abierta. En la puerta, había enmarcado "No entrar sin permiso".
Se crearon unas ganas increíbles en mi interior de entrar en aquella habitación. En aquella habitación tan confidencial que residía en un hospital casi vacío y aburrido. A nadie le causaría interés en entrar, seguramente no habría nada interesante y por eso estaba a la luz tal cuarto, pero en mí una curiosidad invadió mi corazón.
Así que di un paso hacia adelante y ya estaba dentro.
Tantos archivadores inundaban mi vista, todos escondían documentos dentro.
Me entró la curiosidad de encontrar mi expediente, para saber que información había sobre mí, sobre mis logros, mis derrotas, sobre todo. Así que decidí buscar y buscar, vaciando todos aquellos archivadores metálicos.
Descansé un momento.
Me fijé que tenía todos los documentos tirados en el suelo, y que los archivadores metálicos estaban abiertos y vacíos. Menos uno, que se encontraba arriba del todo. Gracias a mi altura pude llegar a él y abrirlo.
Saqué todos los documentos que se encontraban dentro y los tiré al suelo.
Me senté, aplastando algunos documentos, provocando que las hojas se arrugaran, aunque no me importó para nada.
Empecé a echar una ojeada delicadamente a uno de ellos. Eran los últimos documentos que me quedaban por revisar, así que lo debía hacer con cuidado.
Cada una de aquellas palabras que leía me dejaron en shock. Todo lo que había leído era horroroso. Aquellas imágenes que tenía...me venían escalofríos cada vez que las miraba.
No podía ser cierto. Mi ritmo cardíaco empezó a acelerarse.
Las palabras resonaban en mi mente, no podía ser cierto, me repetía demasiadas veces.
Mis manos empezaron a temblar y me levanté del suelo rápidamente, intentando que mis piernas se equilibraran un momento y dejaran de temblar tanto como mis manos.
Asustado me llevé la información en mis manos, y empecé a correr por el pasillo sin mirar atrás, dejando la puerta de aquella habitación abierta tal como estaba anteriormente, dejando los documentos por el suelo y todo desordenado.
Tan solo quería irme de aquel lugar y dirigirme a comisaría para enseñarles las barbaridades que habían escrito en aquel documento.
Llegué a las escaleras y las bajé rápidamente.
Seguí corriendo hasta llegar a las puertas de salida, las intenté abrir pero estas no se abrían. Empecé a dar golpes con mis manos en el cristal de aquellas puertas, pero era irrompible, no podía escapar.
Las luces se apagaron, dejándome ciego y asustado en aquel hospital tan inmenso. Dejándome a mí solo en el silencio.
Aquel silencio que alguien rompió con un disparo, un disparo que recibió mi pierna. Notaba un dolor intenso, tan doloroso que me mordí el labio para no chillar.
Me encontraba solo en la oscuridad.
Nadie me iba a rescatar.
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El Experimento Azul
Misterio / SuspensoRay era un estudiante de medicina. Él tan solo debía cuidar pacientes, él no tenía que entrar en aquella habitación prohibida. Por culpa de aquellos documentos confidenciales, su muerte fue asegurada: aunque también olvidada. ¿Olvidada? Él...