Capítulo 13

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John.

Los labios de Danielle son tan suaves, Dios, jamás me cansaría de besarla. Se siente tan bien, llevaba días sin hacerlo desde la primera vez y ya me estaba volviendo loco, me calienta ver que al igual que yo lo disfruta y lo recibe tan a gusto. Mis labios deben estar súper hinchados, lo sé, pero es lo que menos me importa, esta parte de la casa se ha convertido en la antesala de un encuentro único y placentero, las emociones que provoca en mí las creía muertas años atrás, ella realmente me gusta, la deseo, quiero que sea mía.

La tomo por las caderas sin importarme que lleva vestido y sin dejar de besarla subo las escaleras hasta llegar a mi habitación.

La tumbo en la cama y la admiro, es una diosa. Beso su cuello y paso la punta de mi lengua por su yugular, se estremece debajo de mí, estoy extasiado. No, me estoy volviendo loco, porque la llama que hay dentro no creo que tenga grados o nombre.

—John... —jadea.

Vuelvo a besarla, no me importa dejarla sin labios, los tragos que me he dado a penas me dejan pensar lo que estoy haciendo, pero de lo que estoy seguro es que la tengo aquí, justo ahora. Subo una de mis manos por su pierna derecha, su piel es tan suave, es tierna.

Le saco el vestido dejándola sólo en ropa interior, y la boca se me hace agua, Danielle tiene un cuerpo magnifico, glorioso, ¡Demonios! Es una reina, es una musa. Le atrapo ambas manos y las pongo por encima de su cabeza, voy dejando besos húmedos por todo el camino de su abdomen hasta llegar a la parte superior de su intimidad e inmediatamente reacciona arqueando su cadera, oh sí, nena, estás sintiendo lo mismo que yo. Recurro a hacer el proceso anterior, pero esta vez de reversa, hasta su cuello. Me acerco a su oído.

—Te Deseo —susurro y ella se muerde el labio inferior.

Me desnudo completamente, la mirada de Danielle a tomado un brillo distinto, sabía que dormía una pequeña fiera ahí dentro, anhelo que ese lado suyo sea sólo para mí.

Termino de sacarle su ropa interior, y la beso otra vez teniéndola piel contra piel, su temperatura ha aumentado, sé que ha pasado por mucho al igual que yo y por eso me he dispuesto a tratarla como una princesa, no sé por qué, pero algo me dice que sea dulce y tierno en este momento, añorando cada parte de ella.

Lentamente me poso entre sus piernas, introduzco el preservativo y me hundo profundamente en ella, ¡Joder! Se siente tan bien. Me quedo un momento quieto para que se adapte a mí, su respiración se va calmando.

—Voy a moverme, dulzura —le digo besando sus mejillas y ella asiente.

Mis movimientos son suaves, ella gime de placer y yo me siento en el paraíso, Dios. Ella toma mi cara y me besa ahogando sus gemidos, la deslizo más arriba de la cama y pongo mis manos en poste y la embisto más duro, grita y se muerde su labio, ella no sabe como me pone eso. Se voltea, quedando de espaldas y veo esa cicatriz de la que ella se avergüenza tanto, le doy leves besitos por cada rincón y ella se estremece, odio verla devastada, no me importa cuán marcada esté, ella seguirá siendo una maravilla de mujer. Cada esquina de su cuerpo es una obra de arte, es la misma llegada de la primavera después de años de un frío y abrumador invierno, es poesía. Existen conexiones como esta donde te das cuenta con quién encajas a la perfección, Danielle ha llevado una vida poco perfecta, sus hombros están caídos a causa de la carga que le ha puesto al pasar de los años, yo quiero que vea que no todo se perdió, quiero que se vea como su propia esperanza, y me visualice a mí como parte de ella.

—No llores, eres perfecta, Danielle —beso sus lágrimas y luego sus labios.

¿Qué diablos hacía con mi vida que no hubiese conocido a Danielle? Al momento que siento que voy a llegar a mi climax mi preciosa me aprieta en señal de que ha llegado junto conmigo en un gemido devastador.

Nuestras respiraciones están agitadas, mi cabello está pegado a mi frente por el sudor, nuestro sudor. Puedo sentir y percibir el olor a sexo en ella y aún así sigue teniendo ese aroma embriagador.

—Hola —le digo y beso su frente.

—Hola —sonríe.

Tiene el alma de un niño que siempre se sintió solo a pesar de estar rodeada de personas que la aman más de lo que se puede permitir, y es normal, yo también suelo sentirme de esa misma manera muy a menudo, pero desde que la conocí me percaté de esa pequeña luz que escondía bajo una personalidad muy recta, siendo dura consigo misma y con los demás. Hoy se vistió de un poco de vergüenza, lo puedo ver en sus ojos. 

—Ya lo he visto todo, no te escondas de mí —le riño.

Ella no responde, pone su pequeña cabeza en mi pecho y empieza a jugar con mi pelo, es algo extraño, es la primera vez que me quedo con alguien en la cama, todo ha sido diferente y por alguna razón me gusta que sea así.

—Duerme mi pequeña —digo besando su cabeza.

*****

Me espanto un momento, salgo de la cama y veo el cuerpo de Danielle tapado por las sábanas, está dormida, es hermosa, me pongo pantalón de pijamas y un polo negro, del estante de mi habitación tomo un copa de vino mientras sentado admiro a la chica que yace en mi cama. Al mirar por el ventanal de cristal me doy cuenta de que está lloviendo, la temporada de invierno se acerca. Miro el reloj que marca las cuatro de la mañana, he dormido bien las últimas horas, pero ya no siento nada de sueño así que me dirijo al gimnasio en la planta baja para en unas horas dar comienzo a mi día, tuve la mejor noche de mi vida, fue una magnífica, me permití ser vulnerable o quizá ser feliz.

Hasta Ayer©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora