Danielle.
Me quedo mirando a John, su expresión no es nada buena. ¿Un gemelo? Querrá decir mellizos, no tienen tanto parecido, a diferencia de los gemelos tienen el más mínimo detalle físico semejante.
—Un placer, Danielle Morgan —solté para romper el silencio.
—Mi novia —dijo John enfatizando cada palabra.
—Wow, hermanito, así que decidiste volver a tener una mujer, ¿es en serio John? —curva sus labios y refleja una malévola sonrisa.
Este me da mala espina.
—Verdammt, si traigo o no, son mis problemas, Nicholas, no los tuyos. Es mi vida, no te metas en ella —le reprocha.
—¡Ya basta! —les reprendió su padre molesto.
Esta vez ya habían sacado de casilla a Karl.
—En mi casa debe reinar el orden y la paz, no quiero que ninguno de los dos esté rompiendo mi integridad. Ya son personas adultas, compórtense como tal. Al menos respeten que hay visitas par de mal educados, ¿No han servido los buenos modales y los valores familiares que hemos sembrado aquí? —regaña.
La señora Adams, perdón, Johanne. Sólo hace silencio, al igual que yo. John maldice en alemán y su padre lo fulmina con la mirada.
—Lo siento papá, no volverá a pasar. Porque hasta que éste —señaló a su hermano— siga aquí, yo no me aparezco más.
John salió de inmediato dejándonos a todos perplejos, pero a una sola con la duda, a mí.
—Oh, princesa, lamento que presenciaras eso —dijo Johanne.
Ya veo de donde vienen las raíces alemanas de John, y ahora es que me he fijado. Su acento al hablar es muy distinto al de una persona de América.
—Descuide, señora Adams —me mira disgustada—, perdón, Johanne. Sé como es el temperamento de John.
—Nunca ha podido corregir eso, pero desde hace un tiempo él y su hermano no suelen compartir como cuando eran adolescentes. Sólo tienen algo en común, el amor hacia Angeline, y para mala noticia hasta ella se ha desentendido de Nicholas, ha sido imposible, y avergüenza a la familia. Karl ni siquiera lo quiere ver, yo como madre no puedo dejar de amarlo aunque sea de lo peor. Es mi hijo.
—Lo sé —la abrazo—. Debo alcanzar a John, Fue un gusto.
—El placer fue nuestro, querida —besa mis mejillas—. Despediré a Karl por ti, está teniendo una charla con Nick.
Giré al patio trasero y allí vi a Nicholas y a Karl. Sermón paternal. Al parecer le habla en alemán porque lo último que le gritó no logré entenderlo.
—Gracias —tomé mis cosas y salí en búsqueda de John.
Al salir de la casa lo vi recostado del auto de brazos cruzados. Me acerqué a él y lo abracé, sólo eso, no le dije nada. No quería alterar más las cosas.
—Tú siempre me calmas —dice.
—¿Así como una medicina? —cuestiono.
—Tú eres mi medicina —me da un beso en los labios—. ¿Nos vamos?
—Sí, a tu casa —me sonrojo.
—Como usted quiera, señorita —responde.
Iba a entrar al auto y tiré ligeramente de su brazo.
—¿Me lo contarás?
—¿Qué? —me mira confundido.
—Lo de tu hermano —se tensa.
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Hasta Ayer©
RomanceNo existe castigo más grande que la persona con quien decidiste pasar el resto de tu vida, te haga sufrir. No siempre toca un príncipe azul, mucho menos alguien "fiel", a veces nos toca una bestia. Pero... nada es para siempre, ¿no? *Creditos de po...