Capítulo 28

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John.

Llevo una semana sin dormir, sin comer, sin hacer nada. Desde que Danielle desapareció me he vuelto un miserable, su familia está desorientada, igual o mucho peor que yo.

—John —aparece Felipe, el oficial que está a cargo del caso de Danielle, somos amigos desde que éramos unos niños.

El que se ha encargado de darle seguimiento a todo lo concerniente al maldito bastardo de Ashton.

—¿Han conseguido algo? —levanto la cabeza.

Mi apariencia física no es la mejor, no he parado de beber. La desesperación y la nostalgia se han apoderado de mí desde aquel día, aún no puedo creer que haya matado a Nathan para llevársela, la ira se esparce por mis venas y cierro los puños de tal manera que mis nudillos se tornan pálidos.

—Al fin sí, sabemos donde la tiene. Están en las afueras de la ciudad, también logramos saber quién lo ayudaba, y obligamos a decirnos todo sobre él.

¿Alguien ayudaba a este hijo de puta? ¿Quién quisiera hacerle tal cosa a Danielle?

—¿De quién se trata —cuestiono.

—Nada más y nada menos que tu secretaria Marlen —soltó sin más.

— ¿Qué demonios? —me pongo de pie inmediatamente y paso mi mano por mí aún sedoso pelo— ¿cómo es posible?

—La señorita había mantenido una relación con Ashton López, luego de la visita que hizo en la oficina de Danielle. Pensamos que él sabía cada movimiento que hacía sola o cualquier otra cosa que hiciera. Incluso el crucero que tuvo con su familia para poder atraparla con semejante inteligencia —explicó.

¡Maldito infeliz!

—¡Ese maldito me las va a pagar muy caro! ¡MUY CARO!

Tiré todo lo que estaba encima de mi escritorio a causa del enojo, estaba frustrado conmigo mismo, prometí cuidarla y no dejar que nada le pase, sabía que desde aquella vez en el crucero todo andaría mal.

—Iremos a buscarla, John. Tomaremos todas las medidas necesarias, nuestro equipo está preparándose. Te recomiendo que mantengas la calma y que te quedes en un lugar seguro.

—Por supuesto que no —respondo— yo iré con ustedes, ojalá y cueste la vida si la de ella puedo salvarla.

 —Bien, como digas, no voy a discutir tus decisiones. 

*****
Hemos estado casi tres horas en carretera, el muy mal nacido se la llevó lo más lejos posible. Mi pobre nena, no dejo de pensar en que le habrá hecho ese idiota, el tan sólo pensar que le puso un dedo encima hace que quiera explotar de ira.

—Llegamos—avisó uno de los policías.

Salimos sin hacer el más mínimo ruido, yo hacía todo el esfuerzo de mantener la cordura y no salir corriendo donde sea que esté. Mis nervios están de puntas. Caminamos por un callejón no muy higienizado y detrás de el apareció un edificio abandonado. En el pequeño patio delantero se encontraban tres hombres armados, sentí a Felipe sujetarme la mano.

-Debemos ser cuidadosos señor, tenga —me entrega un arma— no es ético darle una, pero utilícela cuando lo crea necesario, habrá un momento en que tendremos que dividirnos para poder conseguir el objetivo, mientras tanto Leonard y Ricky se harán cargo de estos dos.

Los chicos que Felipe mencionó apuntaron de frente a los que estaban rodeando el edificio y apretaron el gatillo cayendo estos como gotas de agua en el piso, Felipe le tiró al tercero. Que mágicamente apareció al ver a sus compañeros en el piso.

Hasta Ayer©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora