Capítulo 20

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John.

Han pasado dos días, Danielle aún está aquí en el hospital, no he dormido nada, me encargo de venir cada segundo que puedo a cuidarla. Me duele verla allí tendida, me recuerda a mi hermana Angeline, sólo Dios sabe el dolor que me causa no tenerla cerca, y ahora también mi bella princesa, por lo menos está fuera de peligro, que es lo que más me importa y lo que me ha mantenido de pie esta semana. Admito que no ha sido nada fácil, tengo mucho por hacer, cada día se incrementan más las responsabilidades en la empresa; puesto que, el tiempo a penas rinde para cerrar los ojos.

Su madre está muy deprimida, y no la culpo, ha llevado años con Danielle de hospital en hospital y es como si reviviera ese momento para ella, sus hermanos no dejan de venir, y Sandra... bueno, ella trata de ser fuerte por la familia, las complicaciones de salud de Danielle pueden empeorar, y eso lo que realmente nos preocupa.

La miro, suele dormir mucho, a penas abre los ojos, yo quiero que se levante de esa cama, abrazarla y sentirla cerca, la echo mucho de menos. Tomo su mano y siento sus dedos moverse, sus reflejos están intactos, pero lo que más me impresiona es cuando esas dos hermosas rocas de ámbar quedan descubiertas.

—Hola, miren quien despertó —dije y sonrió al escucharme.

—John —dijo en un hilo de voz.

—Oh, nena —me acerqué a abrazarla.

La extrañé, me ha parecido una eternidad.

—¿Cómo te sientes? —pregunté.

—Me duele un poco la cabeza, pero nada más —respondió tratando de incorporarse y la ayudé.

—Iré por el doctor —dije y salí.

Miré a los pasillos y no vi más que enfermeras y médicos de guardia, fui a recepción y allí estaba, di un suspiro de alivio.

—Señor Adams, un gusto —dijo al verme—. ¿Todo bien?

—Despertó —le avisé.

—Esas son excelentes noticias, iré a revisarla.

Al abrir la puerta Danielle sonrió tristemente, sé que no le agrada la idea de que la vea aquí, le alimenta muchos recuerdos del pasado que ni siquiera yo quiero que agobien nuestra vida, pero no me importa, la amo aún llevando esa cruz tan pesada colgada a su espalda porque así la conocí y así será para siempre, confío en que llegará ese día en que no tendremos que preocuparnos de cosas como esta.

—¿Qué tal, Danielle? Soy el doctor Sánchez quien ha estado a cargo de ti durante las pasadas cuarenta y ocho horas, revisaré tu presión y tus signos vitales.

Ella no dijo nada, sólo asintió.

El doctor empezó a hacer su trabajo, no se descuidaba de ningún detalle, por eso nunca quise que nadie más se encargara de ella, la responsabilidad que tenía era única.

—Bien, tu presión ya está normal, tus signos vitales están en perfectas condiciones —apuntó en su libreta—, todo está en orden gracias a Dios, aún tenemos un diálogo pendiente, Danielle muy importante, no quiero que te vayas hasta que lo hagamos y después de un último chequeo para ir pendiente de todo, luego podrás irte.

—¿De qué quiere hablar? —cuestionó Danielle.

—De ti, vi tu registro médico y me di cuenta de que tu crisis de nervios y de pánico no son nuevas, sino que has tenido de éstas antes —bajó la cabeza—. Llevabas tratamientos, visitabas al psicólogo y dejaste de ir antes de concluirlos sin saber que te provocaría daño en un futuro, sólo actuaste y no pensaste, a veces tenemos que luchar por nosotros mismos, tu doctora te recomendó todo este procedimiento por razones indiscutibles, por ley debes tomar sus decisiones en serio.

Hasta Ayer©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora