Cuando las estrellas se apagan.

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Siento el nudo en la garganta, mis piernas se aflojan como el tallo de una planta, mis manos se vuelven ríos, mi cuerpo se llena de goteras, pero a pesar de ello sigo hacía ti, porque algo en mi pecho me lo permite.
El nudo se deshace, mis ríos se apagan, mis piernas se vuelven troncos, y entonces colocó mi mano en tu hombro.
-Disculpa- digo sin temor.
Volteas con disimulo, fastidiada, ¿cuántos hombres no ya han hecho esto?
-Me pareció que mis pensamientos tenían que ser escuchado por la persona que los ha alborotado- hago una pausa pero reanudo antes de que mis labios se cierren.
-Sólo quería decir que por las mañanas la luz que reflejas es más fuerte que la del sol, yo era una semilla, tú luz me despertó, algo en mi brotó pues me siento vivo y al igual que un girasol no puedo evitar girar hacía donde tú vas, algo en mi se apaga cuando tú te alejas, soporto tu ausencia con la ilusión de otro despertar, porque cada día es más hermoso, cada día brillas más.

Y antes de permitir que tu cerebro procesara mis palabras, tomé tu mano y la miré con detalle. Ya no importaba el resultado, había mostrado mis sentimientos, tomaba tu mano, el mundo podía irse al carajo ya.