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A veces no basta con querer poner un punto final a una historia.
No basta con acabar un capítulo y pensar que ese es el final.
Sin querer cerramos un ciclo para comenzar otro, mucho más extenso, mucho más doloroso, mucho más terrible.

Las palabras comienzan a escribirse solas, se crean diálogos y frases sin sentido, se describe un ambiente poco agradable. Y marcamos punto tras punto, pero no funciona.

Llegan personajes extraños y comienza el miedo, se prende una chispa y surge el fuego.

Nos consume, consume cada una de las páginas donde solíamos pensar que estabamos seguros, y quedamos como ceniza. Y ya nadie ni nada sabrá que escribimos, que nos hacía feliz y nos llenaba de vida.

Nos volvemos ceniza y queremos poner más puntos porque esto ya nos duele demasiado, pero aún pensando que lo malo ya paso, llega lo peor. Y una diminuta ventisca nos arrastra y nos hace estremecer.

Ni ceniza queda, no existimos más.

Que desastrozo resultó todo, que cuando quieres acabar una historia los puntos no sirven.
Tu final te traga y quedas atrapado en una historia de la que creías salir vivo.

Ten cuidado con lo que piensan y escribes, podrían causar tu propia destrucción.

Cuando las estrellas se apagan.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora