El Heraldo del Fin de los tiempos

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Hasta hace poco mis problemas me consumían como no puedes imaginarte, pero hoy todo es diferente. He encontrado mi propósito. ¿Quieres saber mi nombre? Da igual cómo me llames, pues el hombre que alguna vez fui ya no existe más. Lo que yo viví muchos lo vivieron antes que yo, e igualmente lo vivirán aquellos que quieran dejar sus problemas atrás, al menos hasta que llegue el fin de los tiempos.

No puedo decir nada relevante de mis primeros años de vida, me cuesta creer que, después de tanto tiempo existiendo, no puedo recordar ningún momento memorable de mi vida. Sólo puedo decir que fui alguien normal, iba a la escuela, comía con mi familia, salía con mis amigos, tuve alguna que otra novia, pero sólo eso. Jamás gané un premio, nunca se presentó alguna aventura en mi vida, no me pasó nada que fuera digno de contarse hasta ahora.

Me cuesta trabajo ver en qué momento se pusieron mal las cosas. Mi padre me abandonó desde antes de que yo naciera. Mi madre siempre estaba deprimida, no era de sorprenderse que decidiese acabar con su vida, intoxicándose con medicamentos y alcohol. Para cuando lo hizo yo ya era suficiente mayor como para valerme por mí mismo, y pese al terrible dolor que me embargaba pude seguir adelante. Conseguí un trabajo mal pagado en una tienda e intenté seguir con mis estudios, pero tuve que abandonarlos por falta de recursos.

Mi desdichada vida pudo experimentar por breves instantes el placer de una felicidad embriagada de excesos y perversión. La hija de mi jefe resultó ser una excelente amante capaz de calmar las desdichas de mi alma torturada por los medios carnales más morbosos. Más de una vez me dijo que lo nuestro era sólo algo físico, algo pasajero y que no debía involucrarme con ella. Créanme que no les miento al decir que hice todo lo que estaba en mis manos para dominar mi corazón, pero finalmente éste pudo más y terminé enamorándome de ella. Ese amor se convirtió en una asquerosa obsesión que llevaría mi vida a un estancamiento en la desgracia

En cuanto ella notó que lo que sentía por ella era algo más que sólo atracción, empezó a evitarme. Yo seguí buscándola, enviándole mensajes, confesándole mis sentimientos, sólo para que ella se deshiciera de mí diciéndole a su padre que la acosaba y en consecuencia terminé perdiendo mi única manera de subsistir.

No pude conseguir otro trabajo. Logré sobrevivir unos meses quedándome en el piso de un amigo que me estimaba; pero entre más pasaban los días él comenzaba a verme como un parásito sin nada que ofrecerle. Intenté buscar empleo en otras partes, pero mi carencia de estudios no me daba muchas facilidades para encontrar uno.

Un día mientras salía de una desafortunada entrevista de trabajo, la vi a ella, la mujer que había arruinado la poca felicidad que llegué a tener alguna vez. No pude contener mi enojo al ver cómo caminaba abrazada de otro hombre y descaradamente lo besaba en medio de la calle, mientras que cuando estaba conmigo teníamos que ocultar nuestras pasiones de la vista del mundo.

Unos minutos después lo comprendí cuando la vi subirse a un auto lujoso, subiendo él del lado del conductor. Era evidente el por qué no se avergonzaba de demostrar su afecto en público. Se trataba indudablemente de un hombre adinerado que gastaba en porquerías materialistas; que disfrutaba de la vida, ignorando lo dolorosa que puede llegar a ser. Yo me aseguré de que el conociese el verdadero dolor. Me tomó más de dos semanas, pero averigüé en dónde vivía y quemé la casa de ese maldito. Una lujosa casa de tres pisos ubicada en la mejor zona de la ciudad. Ojalá ellos no hubieran estado adentro cuando lo hice. Aún me atormentan los gritos de dolor que emitieron al sentir las llamas sobre su piel, calcinando cada nervio, reduciendo partes enteras de su cuerpo en cenizas... debió de ser una tortura inimaginable. Inicié el incendio desde el exterior, por lo que cuando llegó a ellos ya era demasiado tarde para escapar.

Supe que él sobrevivió con quemaduras irreversibles. Mi amada murió en medio de la desesperación mientras buscaba la forma de escapar. Me sumí en una terrible depresión, caí en el alcoholismo, en las drogas y en otros vicios aún más terribles que me avergonzaría de contarles. La policía encontró pronto pistas que los llevaron hacía mí. Había actuado de forma impulsiva y no me había tomado la molestia de ser cuidadoso con mi crimen. Terminé en la cárcel, sufriendo los más terribles abusos, convirtiéndome en el juguete de los reos más fuertes. Cada día estaba lleno de un indescriptible sufrimiento. Por más que les cuente las cosas degradantes que tuve que hacer, no creo que sean capaces de imaginar la humillación y el dolor que sentí. Ustedes han tenido una vida fácil y por eso viven en la ignorancia. Yo, en cambio, sumido en mi sufrimiento encontré el camino hacia la verdad.

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