Mientras tanto al otro lado de la ciudad.
Diego tras avisar en recepción la ausencia de Lucía durante unos días y dejar su número de contacto, subió a su habitación para cogerle algo de ropa.
Deambulaba de un lado a otro cogiendo zapatillas de deporte, un tejano, un pantalón de yoga, una sudadera, un par de camisetas y su bolsa de aseo.
Con paso lento se acercó a la cómoda y abrió el cajón observando el muestrario de ropa interior de diferentes colores textura y tamaños.
Un silencioso gemido se formó en su garganta al tocar la delicada gasa trasparente de un sexi sujetador negro.
El policía maldijo por lo bajo.
Aún le hormigueaban sus labios y persistía el sabor de ella en su boca y la visión de aquellas pequeñas piezas de ropa no mejoraban su estado de permanente excitación.
Con creciente ansiedad cerró los ojos y cogió al azar un par de conjuntos y los metió en la bolsa como si le quemaran, saliendo al instante de allí.
A grandes zancadas llegó al coche intentando sin éxito contactar con comisaría para informar que se tomaría un par de días libres por asuntos personales pero no hubo forma.
Resignado arrancó el coche y se incorporó al intenso tráfico del centro.
Sentía unas profundas ganas de regresar a su casa, la mísma que le había resultado tan fría y solitaria desde que se había mudado el año pasado. Pero la última imagen de Lucía en su cómodo sofá se extendía por su mente imaginando diferentes escenas en las cuales los dos eran los protagonistas.
Sacudiendo la cabeza con pesar, se dió cuenta que aquellos últimos días, todos y cada uno de sus pensamientos versaban sobre aquella peligrosa morena de ojos grises y boca tentadora que le había vuelto su ordenada vida del revés.
Con impaciencia sus dedos tamborileaban sobre el volante a la espera que el semáforo se pusiera de nuevo en verde y observó un pequeño puesto callejero de comida rápida.
Una sonrisa atravesó su cara al mismo tiempo que el recuerdo de aquel día.
Su chica caminaba junto a él comiendo un frankfurt con cebolla y mostaza del pequeño puesto ambulante del parque.Aquél era un día especial pues hacían seis meses que salían juntos y era la primera vez que estaban ellos dos solos, sin la pandilla.
Diego quería invitarla a cenar.
Bueno eran las ocho de la tarde pero, a su edad, era lo que había.
—¿Cómo te puedes comer eso?—le preguntó éste con cara de asco.
—Toma tonto— contestó ella acercándole peligrosamente el bocadillo a su cara y manchándole la cara de mostaza.—Anda rubito prueba y conocerás el paraíso—.
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LABIOS DE FRESA (Corrigiendo)
RomanceHabrá gente que piense que la vida se compone de casualidades y otras que a las casualidades les llaman destino. Para Lucia tener una noche plagada de pesadillas para a continuación levantarse con una vieja canción en la mente (la cual le trae los p...