—Podrías haberte roto la mano. —dijo el chico que me siguió hasta mi casa para asegurarse de que cada uno de mis nudillo estuviera bien curado, igual cree que no sirvo ni para eso.
—En la vida te arriesgas a muchas cosas, si le pegas puñetazos a una pared te arriesgas a romperte las manos, si subes alto te arriesgas a caer, si no piensas te arriesgas a fallar, si no respiras, mueres... —solté un quejido al notar el escozor en la mano—. Porras.
—No te quejes, esto es culpa tuya, no mía. —dijo sonriendo.
—Todo es culpa mía.
—No, no lo es. —dijo negando con la cabeza a la vez que su mano levantaba mi cara.
—Lo que tu digas. —dije empezando a guardar las cosas de vuelta al botiquín. Bajamos las escaleras y nos sentamos en el sofá.
—¿Por qué siempre terminamos en un banco? —dije yo.
—Es un sofá.
—Un sofá con cojines y una vez más has vuelto a invadir mi banco. Eres una mala persona.
—No, soy un alma generosa. Tu no lo entiendes porque todavía te queda un poco para ser tan generoso como yo. —dijo él con una sonrisa.
—Yo también quiero serlo. —dije devolviendole la sonrisa. Estaba bien seguirle el juego, se sentía bien.
—Seamoslo. —dijo cogiendo mi mano con cuidado y estrechando cada dedo. Me daba igual el dolor o lo mucho que escociera, yo también lo hice.
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Daño colateral.
RomanceTodo empezó con unas miradas, y aunque sólo sabía tu nombre y tú ni sabías el mío, terminamos en el mismo banco. El primer día que hablamos, no fue amor a primera vista, me enamoré de tí gradualmente, tu personalidad, tu voz, tu pelo, tus ojos...