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-¿Estas enfadado conmigo? -le dije sentándome a su lado. Le había visto jugado con sus dedos y cuando se trata de Isaac, he aprendido que no es bueno.

Me miró, me dedicó una sonrisa y volvió a jugar con sus dedos.

-No, para, para. -dije poniendo mis manos en las suyas. Él las apartó, su expresión ya no era triste, estaba enfadado.

-No, la que tiene que parar eres tú. No puedes hacer esto, ¿vale? ¿Qué se supone que tengo que hacer? ¿Actuar como si nada pasase mientras tú te intentas matar cada día? Porque no lo voy a hacer. -estaba casi gritando, me sentí mal por hacer que pensase así pero a la vez me enfadé aún más. Él se había levantado de la cama y me estaba delante de mí mirándome.

-Te he dicho que ya no lo hago, ¿por qué te importa siquiera, ¿eh? Deberías dejarme en paz y volver a tus cosas porque nadie te ha dicho que te preocupes. -dije acercándome más a él para que le quedara claro-. Ninguna maldita persona te ha pedido que te preocupes por algo que no tiene importancia.

Su cara expresaba todo, odio, lástima, tristeza y me dolía que fuese por mi culpa. Pero él tenía que saberlo. Tenía que entenderlo de una maldita vez.

-¿Se supone que tengo que hacerme el ofendido? ¿Pretender que no te importo y que si ahora me voy seguiría sin importarte? -escuché su risa y escalofríos recorrieron mi espalda- Hace unos minutos estábamos a punto de... -movió las manos alrededor y yo me eché a reír, lo que a él le enfadó aún más al parecer.

-¿Qué? ¿Te parece gracioso? ¿Perder tu virginidad te parece gracioso? -volvía a gritar y yo me esforzaba por no reírme.

Daño colateral.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora