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Me parecía increíble que se estuviera riendo, no podía reírse.

-¿Podrías al menos estar seria? Esto no es gracioso, ¿vale? No para mí. Ni para nadie. Íbamos a hacerlo, en mi cama. -ella dejó de reírse y me miraba con el ceño fruncido- Tú estabas perfecta y yo estaba ahí para verlo. Y si te ríes juro que te patearé...

Besó mis labios fuerte sin dejarme acabar la frase. Y ya no estaba enfadado, la necesitaba a ella. Había visto sus cicatrices y había imaginado las veces que habría intentado suicidarse, y qué hubiera pasado si hubiera funcionado y eso me destrozaba por dentro.

-Sigo enfadado contigo. -mentí. Ella mordió mi labio.

-Hmmm... -dijo asintiendo.

Se separó después de unos segundos y me quito la camiseta, me miró a los ojos y miró su camiseta, preguntándome si podía quitársela.

-No me molestan tus cicatrices, ninguna de ellas, me molesta lo que suponen. Porque no me gusta. -ella se la quitó, me volvió a mirar y juro que en ese momento supe que la quería. Quería a esa suicida y me aterraba la idea.

-Oh dios, te quiero en mi cama, ahora. -dije todavía besándola. Ella esbozó una sonrisa.

Daño colateral.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora