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Sus labios se movían a un ritmo acompasado con los míos, sabía a tabaco y a menta, sabía a ella. Quería absorber todo de ella, cualquier detalle. Estaba hecha de detalles minúsculos que tenías que conocer para entenderla. Mordió mi labio inferior con fuerza, y yo respondí con un gruñido, y ella me contestó con un gemido.

Me separé para observarla, llevaba ya camiseta suelta de manga larga negra y unos vaqueros, su piel apenas mostraba ninguna seña de rubor, estaba tan blanca como la nieve, su pelo despeinado como siempre y sus labios rojos, quería besar esos labios, quería quitarle la ropa, ahora mismo. Como si sus pensamientos fueran los mismos que los míos, metió sus dedos por mis pantalones y me atrajo hacia ella, estaban fríos e hicieron que un escalofrío recorriera todo mi cuerpo, como siempre.

La guíe hasta el borde de la cama y le quité la camiseta, ella se cayó en la cama y empezó a reírse. Pero yo no podía reírme, no con lo que estaba viendo. Cicatrices, cortes, por todas sus caderas.

En cuanto se dio cuenta de lo que estaba mirando recogió su camiseta y se tapó el vientre. Creo que su cara de horror nunca estaría a la altura de la mía.

Daño colateral.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora