Capitulo Dos: Insistir y nunca desistir

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No hay cosa más placentera que ver las estrellas, hoy si que he logrado en verdad compenetrarme con todo esto, he podido fusionarme con la noche, ahora ella y todo mi ser somos uno solo, tan fuertes e indestructibles como el oro, tan firmes y ardientes como el magma. Esta noche de verdad he evolucionado, mis pensamientos torpes y atropellados ya no me acompañan más, solo esta noche he descubierto algo que no se aprende en los libros, porque es algo de lo que jamás se ha escrito y de lo que creo jamás se escribirá. Es algo que forma parte de nuestra esencia pero que aún no comprendemos en su totalidad, pero que lo sentimos muy cerca al alma. Es aquello que nos reanima y nos renueva las fuerzas, es aquello que nos hace brillar con la misma luminosidad de los astros.

La naturaleza me parece más viva que nunca, siento que me escucha y responde, que me comprende como nadie nunca lo ha hecho. Mi corazón palpita de emoción con este momento. Soy un ser que ya comprende el existir de las estrellas, se ya para que se hayan allí y por qué nos rodean tan enigmáticamente con su prender y apagar de luces. Cada una de ellas es un ser humano que ha abandonado la tierra y que por decisión de Dios pasaron a ser seres celestes, seres que nos acompañan y vigilan el sueño denso, tormentoso o diáfano de cada noche. Lo que me lleva a concluir que cada noche es también una noche de almas las cuales se barajustan y se incrustan herméticamente en estos seres del espacio para no perdernos de vista, para aprobar nuestros actos o al contrario aborrecerlos por poner en riesgo lo que nuestros antepasados han construido.

El cielo se condensa, se reúne en una sola masa para que mis ojos tengan una visión más acertada de todo cuanto sucede en la noche. Para que yo al igual que un telescopio de alto nivel pueda agudizar y mecanizar mi vista y así pueda ver más allá de la simplicidad de una estrella y poco a poco introducirme en la inquietante pero fascinante luz dejando que mi intelecto surja a medida que avanza por los interminables campos de lo desconocido en un acuerdo tácito que nos permita conocernos. Mi cosmos se ha ido elevando preponderantemente. Siento dentro de mi cuerpo algo maravilloso que me hace estremecer de pasión y de angustia. Mi cuerpo desde ahora y para siempre será habitado por otro ser que al igual que el anterior depende de la contemplación de las estrellas. Es por lo que viviré de ahora en adelante, nadie me podrá entorpecer este propósito con sus palabrerías necias o sus comentarios malsanos. Luchare por convertirme en una estrella. Es ahora cuando inicia la trasegada tarea, el arduo recorrido que solo terminara cuando mi sueño se vea cumplido y cuando me encuentre allá arriba dispuesto a dejar cubrir mi cuerpo con aquel ornamento precioso, con aquel traje que significa fiesta y alegoría para mi alma. Mi reloj de mano marca las diez. Sera la última vez que le conceda tanta importancia al tiempo, pues cuando me halle en lo más alto, un año deberá parecerme un segundo. Sin duda hay que ser paciente y a cambio de esa inquebrantable paciencia podre irradiar la luz más esplendida y hermosa que cautive los corazones y reconforte las almas. Seré el médico y el medicamento más efectivo contra toda enfermedad. Aliviare los corazones arponeados, uniré dos corazones en uno y con el tiempo iré desarrollando la habilidad de comprender a los humanos. Sé que me resultara difícil, pero lo único que me quedara es tiempo para volver a intentarlo. Tendré una agenda ocupada, pero no por eso dejare de retribuirle al que me admira mi eterna gratitud, pues aquel quien da razón a mi existir y me hace pensar que mi labor no es insignificante.

Una aglomeración de nubes me hace perder por un instante la vista directa de las estrellas. Las he perdido pero no por completo, después de que se disipen las nubes volveré a verlas de nuevo. Minutos no más oculto el gran telón oscuro a mis preciosas estrellas. Ahora están más fulgurantes, más resplandecientes en comparación con otros días. Están haciendo funcionar a toda potencia sus eternas baterías. Quieren que sepa que aún continúan allí. Quieren decirme que no abandone mi balcón, que las acompañe un rato más, que no arroje mi toalla tan pronto que la noche me tiene predispuesto algo inolvidable. Yo también quiero que ellas sepan que no he pensado abandonarles y que si por mi fuera me dedicaría a tejer sacos de lana durante todas las noches, si solo tuviera el medio para poder llevárselos y tener el honor de ceñírselos a sus envidiables figuras, o si solo tuviera los medios necesarios para construir una nave tan veloz para cada día poder despertarlas con mis besos ya estuviera dedicado de lleno a esa tarea.

La fuerte toz de mi madre me hace bajar la mirada, observo que su habitación aún continúa con la luz encendida. Debería como buen hijo ir a atenderle y postrarme a su lado por si algo requiere. Eso y mucho más con más presteza y diligencia hubiera hecho ayer, pero esta noche no, hoy he dejado de ser su hijo material para convertirme en el hijo eterno del universo. Pero no por eso le olvidare. Desde allí seguiré atendiéndole, desde allí seguiré contemplando su angelical rostro, desde allí le responderé cuando alce su mirada al cielo, tratando de encontrar aquel hijo perdido y desde allí también recibiré su beso de buenas noches y su santa bendición. Nada cambiara entre ella y yo, la distancia jamás podrá separarnos, los recuerdos hermosos jamás nos podrán ser arrebatados por que los hemos vivido y aunque nos desgajen los miembros no lograran hurtarlos. Siempre permanecerán con nosotros y nosotros con ellos.

Mire el estuario. Allí se reflejan. Puedo identificar desde allí las constelaciones de orión y de Hércules. Me da la impresión de que se ocultan debajo del mar y juguetean con el agua, creo además que aquel extenso mar les sirve de espejo para que ellas retoquen un poco su maquillaje.

En el firmamento dos estrellas se unen. Parece que hablan de algo, de algo muy cotidiano para ellas, supongo, puesto de que ninguna otra manera se pudieran extender tanto una conversación. Me miran. Creo que hablan de mí, pues no hay nadie más a mí alrededor. Ahora son ellas las que me contemplan. Desvió mi mirada queriendo acabar con aquel círculo de hipnotismo mutuo, pero ellas giran al mismo par que mi cabeza, no las puedo perder de vista. Persiguen y cautivan mi mirada con mayor decisión a cada instante. No puedo dejar de verles. No puedo dejar de pensar en ellas, se han apoderado de mi mente. La dominan a su antojo. Me hallo impotente en este momento. Mis fuerzas han sido doblegadas por seres celestes. Estoy estupefacto y paranoico mientras me pregunto si este es el juego eterno de las estrellas, el de cautivar miradas pacientes para luego dominarlas a su gusto. Muevo mis manos un poco. Parece que esto si lo puedo hacer a mi total libertad. Intento llevarlas a mi cara para frotarme los ojos y desviar un poco las fuerzas. No puedo, no más logro llevarlas hasta mi pecho. Una fuerza extraña no perteneciente a este mundo me lo impide. Las dos estrellas han dejado de conversar y cada una ha retornado a su lado, pero noto algo no habitual en una de ellas. Está descendiendo lentamente al planeta del agua, cada vez la puedo ver más cerca y cada vez más su incandescente luz me turba la vista. Si está bajando. Su tamaño es enorme. No lo puedo creer. Casi al rato se posa sobre el ancho mar y es en ese preciso momento cuando una luz inmensa penetra en mi cuerpo. No pude hacer nada para impedirlo. Segundos después sentí algo extraño que me alzaba haciéndome flotar en el aire. Mi corazón casi se desprende del mero susto. Seguí avanzando por entre las inmensas olas del mar atrapado por una corriente súbita, pero ellas ni si quieran lograban alcanzarme. Me tranquilice un poco, no tenía razón luchar contra fuerzas tan poderosas que yo atribuía desde luego a la estrella. Seguí avanzando cada vez más. Lo que contemplaba mi vista solo era mar. Hasta que al fin después de mucho flotar, de mucho desgastar mi pensamiento en hipótesis sin ningún sentido pude percibir desde lejos a la estrella. Me estaba esperando a mí, no había la menor duda de ello, yo era el responsable directo de esa visita; yo era el único ser importante para la estrella. La fuerza misteriosa me sostuvo frente a la estrella. Pude observarle con ojos de inocencia y de ternura a lo que ella me respondió con una espléndida sonrisa.


Vale la Pena Soñar ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora