Capítulo Doce: Energía de vida

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Terminado de decir esto el espléndido ángel desapareció con las ráfagas de viento que penetraba en mis ojos. Solo quedo grabado en mi memoria los acordes de una sinfonía eterna que carecía de nombre que habría de recordarme para siempre el acto tan sumiso pero tan grande en esplendor en que el ángel y yo quedamos mancornados bajo un mismo ideal. El lograr que el hombre conviviera tan feliz y augusto con sus demás hermanos del universo. Abandone físicamente aquel lugar, aunque jamás volví a apartarlo de mi mente, permanecía en mi a cada momento, subyugando mi intelecto. Me pareció que todo lo que había vivido se resumiera solo en la imagen inagotable de aquel suceso. Me quite los zapatos y los arroje con violencia a la lejanía, dado que creía que eran ellos los que oprimían mi pecho, pero aun caminando descalzo por entre la abrasante arena del verano no pude librarme de aquella opresión que me agotaba la respiración. Extendí mis brazos al firmamento en señal de reclamo, esperando una respuesta certera que pusiera fin a mí todavía incierta misión que ya me estaba llevando a los extremos del agotamiento. Pero jamás llego. Me sentí solo por primera vez en muchos años, incomprendido por mí mismo y por el universo. Me sentía inclusive extraño en mi propio mundo de ideas, convaleciente de una enfermedad desconocida para los demás pero con demasiada validez científica para mí. "¿Seré yo acaso una formación de materia celeste?" – Me pregunte. Porque de que otra manera se puede explicar que mi único deseo fuera ser una estrella. En este momento hubiera podido estar sobrellevando un pacífico sueño tan armonioso como cualquier valse de moda, pero mi destino no fue ese, el de asistir a la escuela hasta terminar mis estudios, el de asistir a mis padres, el de ser algún día un hombre prestante, pero mi destino fue trazado más lejos, él me ha dispuesto un sueño tan grande que solo yo por no sentirme parte de un solo lugar de origen puedo cumplir. Esta noche he descubierto que mi patria chica es el inmenso universo. A lo lejos escuche el cantar agónico de un ave y palidecí al escuchar el crujir estrepitoso de un arma de fuego al ser accionada. Con rapidez volé hasta el lugar de origen de aquellos sonidos y allí en medio de una pequeña hojarasca halle a un águila ahogándose en su propia sangre.

_ ¿Qué te ha pasado?- Le pregunte.

_Un cazador me ha disparado.- Me dijo mientras hacia un esfuerzo notable por mantenerse con vida.

_Con que eso fue aquel estampido violento que irrumpió en mis oídos.

_Cúrame. Por favor. –Me suplicaba el águila cada vez más inconsciente.

_Disculpa, no puedo hacerlo. No tengo el poder de sanar.

_Inténtalo al menos, siento en ti un gran poder interior que aún no has utilizado.

Coloque ambas manos en el lacerado pecho del ave confiado en que aquello no daría resultado, pero impulsado a la vez por un acto intempestivo de caridad para proporcionarle a aquella ave un último recuerdo grato de la humanidad. Cerré mis ojos evocando un poder y una fe inexistente para mí en esos momentos, hasta que después de algunos instantes note con mi tacto y después con mis ojos que el águila ya no estaba allí. Trate de buscarla vanamente por entre los arbustos rebosantes y por entre la hojarasca levantada al viento. Se había escabullido tan fugazmente como aquel ángel de la colina y como la insistente opresión en mi pecho. Me dispuse a marcharme del lugar confiado al menos de haber curado al ave o de haberle propiciado una desaparición total bajo el poder reverberante de mis flácidas manos. Pero antes de que terminara de voltear mi cuerpo por el camino de vuelta el ave volvió a hacerse presente. En su pecho había cerrado por completo la herida, la sangre ardiente ya no fluía más por sus esplendidas plumas coloridas.

_ ¿Qué ha pasado? - Le pregunte impaciente, queriendo tal vez muy dentro de mí que aquella ave no fuera la misma de hacia un rato sino más bien una amiga de ella que se había llevado el cadáver no porque no hubiese deseado con toda mi alma la curación del ave sino porque en ese momento estaba demasiado confuso como para terminar sabiendo que también tenía el poder de curar.

_Pues me has sanado. –Contesto enérgicamente el águila. Tus manos han cerrado mi herida. Por mis venas nuevamente hay vida.

_ ¿Pero a donde te has ido hace algún momento?

_Reconfortada por tu energía que es dadora de vida, estire mis alas y volé tan alto como jamás lo había hecho. Ascendí y descendí en picada sintiéndome nuevamente con vida al mecerme en el aire. Lave además mi plumaje en la orilla del mar, sintiendo a la vez que me quitaba el peso de la muerte de encima.

_Solo dime una cosa. ¿Cómo sabias que yo tenía el don interior de sanar?

_Lo sentía en ti, tan fuerte como mis ganas de vivir. Cuando te vi llegar por entre la hojarasca sentí que tú eras el único, el enviado de Dios para curarme. No dude ni un segundo de tu poder que esta noche sea despertado como un león hambriento.

No pude negar sentirme extraño, estaba empezando a penas a descubrir cosas que tal vez habían estado conmigo desde el instante mismo de mi nacimiento y que solo hasta ahora empezaba a descubrir gracias a cada una de las acciones del universo. "Qué raro y confuso se ha tornado todo esto" pensé tratando de indagar certeramente las casualidades que me presentaba el destino.

_ ¿En qué piensas? –Torno a indagarme el águila que se había ido a posar en una de las enramadas del lugar.

_En cosas simplemente, que poca importancia tienen. Me alegra verte otra vez volar y saber que dominaras y surcaras nuevamente los aires de este el planeta del agua. Ahora debo marcharme, algo dentro de mí me dice que ya es tiempo de abandonar por siempre y para siempre el gran planeta del agua de quien tan gratos recuerdos me quedan, ya es hora de decir por siempre adiós a la vanidades externas y de perdurar por siempre siendo una estrella.

_Espera no te marches todavía, quisiera que me prometas que cuando tu cuerpo alcance niveles de luz tan destellantes que solamente puedan ser percibidas claramente desde la lejanía permitas que todos los animales vivan tranquilos y que haya una paz eterna entre nosotros y los humanos por siempre.


Vale la Pena Soñar ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora