Por Micky Neilson
El grito pareció ser eterno.
Cualquier veterano que se preciase de serlo sabía que al perforar el alimentador de plasma del guantelete de un camazote con un tiro certero, el pobre infeliz se cocinaría vivo dentro de su propio traje apenas intentase activar el lanzallamas Perdición. Un claro ejemplo era esa espantosa figura que agitaba los brazos mientras saltaba enloquecida sobre el sucio "terreno" de Beta Saul. Los gemidos de agonía podían oírse a través de los altavoces externos del estúpido traje anaranjado, a pesar de que los servos aún mantenían erguida la coraza.
El comandante Dorian no podía mentirse a sí mismo: disfrutaba al oír a ese pirata de mierda que aullaba como un skalet espetado.
Finalmente, los aullidos terminaron y el traje cedió en sus esfuerzos por mantener de pie a su ocupante. La coraza se desplomó, se hundió en el fango y acabó cubierta por la densa niebla.
El "aire" de Beta Saul, desde el suelo hasta la exósfera, era un cóctel abominable de gases mortíferos, condensados hasta imposibilitar la visibilidad a la altura de un metro sobre la superficie. Eso que llamaban "superficie" era un barro espeso, salpicado esporádicamente por extrañas formaciones que se asemejaban a troncos resecos, algunos de apenas dos metros de alto, y otros con el doble de altura de un hombre.
Ahora, lo único que quedaba del camazote eran los tanques que sobresalían de la parte trasera del traje. En los alrededores de la ciénaga yacían otros tres cuerpos, uno con una coraza plagada de púas tan obsoleta que a su lado el traje CMC de Dorian parecía nuevo y reluciente.
Los otros dos cadáveres lucían una mezcolanza de equipos que sólo podían recibir el nombre de "armadura" si se tratase de una broma de mal gusto. La nave de transporte que había traído a este escuadrón suicida había desaparecido en el cambiante cielo color bilis.
-¿Volvemos? -La voz de Spanneti resonó a través de los altavoces externos. Dorian giró pesadamente las botas en el barro para poder ver de costado a su subordinado a través del visor. Spanneti y él eran los únicos que se habían separado del escuadrón Brutal. A Spanneti le habían dado en la parte superior del brazo derecho, pero seguramente no era nada que la doctora Zimmerman no pudiese arreglar. La coraza de Dorian se había chamuscado cuando ese payaso con la antorcha intentó quemarlo, pero fue Dorian el que rio último. Y hasta pudo hacer una broma y decirle que la carne le gusta bien cocida.
-Sí, vamos a...
La voz cargada de estática de la sargento Bekkins interrumpió la frecuencia codificada del escuadrón.
-Señor, habla Bek. La carga era un señuelo. Vienen por el paquete. -Sonaba absoluta y apropiadamente calma (al menos para ella). Dorian alguna vez había dicho que era "inamovible". Spanneti estuvo de acuerdo y comentó que se había ofrecido varias veces para moverla un poco, pero ella siempre se había negado.
-¡Adelante! -le gritó Dorian a Spanneti. Los servos se encendieron y los dos hombres retrocedieron por el lodazal en dirección al templo Xel'Naga, una especie de estructura piramidal que se alzaba en medio de la niebla pútrida.
Otra voz resonó en los oídos de Dorian:
-Escuadrón Brutal, habla el comando. Informen su estado, cambio.
Como siempre, el comando no servía para nada. A Dorian le llevaría más tiempo explicar lo que estaba haciendo que simplemente hacerlo.
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StarCraft 2: Legacy of the Void
Fanfiction5 Relatos cortos que narran el lore de StarCraft 2 para introducirnos a Legacy of the Void