Al final todo arderá (Segunda Parte)

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Había llevado tanto tiempo construirla, tanto tiempo perfeccionarla. Ahora, estaba terminada.

Orlana lideró el camino hasta el puente de mando de la nave, tan emocionada que bajó los pies y corrió de verdad, con las piernas. Hacía siglos y siglos que no tocaba el suelo, probablemente desde el desastre de la nave nodriza.

-Increíble -murmuró-. Sus sentimientos reflejaban los de sus hermanas. Sin una palabra, agitó los brazos sobre la cabeza, un gesto que decía: Miren todo eso.

Era la primera de su clase. La primera arca.

-¡Qué legado dejaremos! -susurró Shantira.

El nombre rememoraba otras épocas, cuando los primogénitos primitivos todavía trabajaban con las manos para arar el suelo y cazar. Los que habían navegado los océanos de Aiur hacía milenios habían aprendido a respetar los vientos y las olas. Todo podía cambiar en sólo un minuto, y los botes pequeños no se llevaban bien con las tormentas. Esas tribus habían construido naves más grandes -arcas-, refugios flotantes a los que todos podían huir cuando se levantaban los vientos oscuros.

Y así será nuevamente, pensó Rohana. Con este nuevo tipo de arca, los protoss ya no necesitarían temer a ningún viento oscuro. Nunca más. No sólo por su armamento, que era considerable, ni por sus avances tecnológicos, que eran únicos...

Un arca completa podía pelear una guerra sin apoyo. Podía evacuar una colonia entera -un sistema entero con sus colonias y puestos de avanzada- gracias a sus vastas cámaras de cápsulas de estasis. Podía perder potencia y quedar a la deriva durante siglos sin perder un solo miembro de la tripulación. A lo largo y a lo ancho, el arca se extendía por kilómetros y, a pesar de todo, era ágil y sensible. Podía fabricar un escuadrón de exploradores por día, coordinar una batalla espacial sin fin y transposicionar civiles a lugares seguros, todo a la vez. Todos los sistemas tenían redundancias. Se había concebido y diseñado como una solución -la solución- a cualquier desastre imaginable y cualquier guerra posible. El Cónclave había reconocido la sabiduría de una solución semejante y había concentrado toda la ambición del imperio primogénito en hacerla realidad.

La alegría pura de Orlana seguía en aumento y se propagaba por el Khala. Ella siempre había tenido un amor especial por la arquitectura.

-Tenías razón, Rohana, -dijo-. Las paredes. Yo creía que iban a ser un fastidio. ¡Pero mira!

Allí, en el puente de mando, las paredes estaban hechas de energía pura esculpida. Invisible. El comandante de la nave tendría una visión despejada del campo de batalla. Todo alrededor, veían las luces citadinas de Aiur que se extendían hacia el horizonte y las estrellas titilantes sobre sus cabezas.

-Es maravilloso.

¿Cuántas batallas en la historia se habrían ganado si sólo el líder hubiera tenido conocimiento completo y de primera mano del campo de batalla? Casi todas seguramente. Los comandantes sabios confirman con sus propios ojos lo que los subordinados creen. El Khala sólo transmitía emociones. Un guerrero sin experiencia bien podía evaluar una batalla de un modo incorrecto.

-El crédito es de nuestra hermana menor, no mío -dijo Rohana-. Sin ella, los forjafases nunca habrían completado su obra.

Rohana sintió las emociones tranquilas de Shantira. Orgullo. Satisfacción. La tecnología que hacía posible la nave había sido, efectivamente, mérito suyo. Los trabajadores khalai sabían más de ingeniería, pero ella tenía los recuerdos de generaciones de maestros para guiarlos y una comprensión inconmensurable de la física que le permitía desafiar sus ideas. Para que el trabajo de ellos llegara a buen puerto, tenían que consultarle. Ella les había permitido ganarse su gloria.

StarCraft 2: Legacy of the VoidDonde viven las historias. Descúbrelo ahora