Treinta y cinco.

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Tanto tiempo, ¿recuerdas? Y mi mejor y más grande caída sigues siendo tú. Cómo empezar esta carta sino dedicándote las mejores sonrisas entre las primeras líneas. El viento de finales de noviembre te hacía sentir triste, no sé por qué, ni siquiera te lo pregunté. Algunas preguntas duelen más que la respuesta, al igual que algunas sonrisas duelen por el mero hecho de usarlas por rutina.

Han pasado varios inviernos desde que ya no nos abrazamos. Lo que me pasa contigo es lo que me pasa cuando me entra miedo si, de repente, se me borran tus fotos del móvil y las conversaciones hasta altas horas de la madrugada. Si de repente sólo tenga que idealizarte, como si nunca hubieses existido. Las cámaras captan la esencia del momento, el corazón capta el sentimiento.

Invierno tras invierno, y no eres tú quien llama a la puerta. Llueve recio al recordarte, porque si llegas a leer esto algún día, que aún tengo la efímera esperanza de que así sea, quiero que sepas que fuiste el amor que caló cada hueso de mi anatomía. Quiero decir: fuiste la tormenta, después de tanta lluvia, que vino a decirme: venga, no vengo a mojarte, vengo a calarte.

Quiero que sepas que aún sigo yendo a esos sitios que solían conocernos, que sigo escuchando esas canciones que solían describirnos, que sigo sintiendo cómo el fuego surge desde la caja torácica y se arma tremendo espectáculo, uno donde nadie disfruta estar. Porque quema. Llega a quemarme por dentro mientras sigo hablándole a la gente de que jamás llegué a conocerte del todo, porque fuiste un misterio que no llegué a resolver con conclusiones finales.

Todavía hay restos de los momentos donde el miedo tuvo que aferrarse a nosotros y nosotros nos aferramos a la vida. Y qué bonito es recordar a la persona que te conoció suicida y también con quien amaste la vida.

Yo amé estar en tus brazos.
Volaba siempre que me los abrías.
Alto.
Tan alto que ni siquiera podrías imaginar la altura a la que te lleva amar de la forma más noble y sincera que existe.

Perdoname si en lugar de sonrisas te puse un montón de motivos para llorar. No era esa mi intención. No intento justificarme, pero hay personas que el amor las hace autodestructivas.

Está claro que no fui el amor de tu vida, pero tú fuiste más que eso.

Qué pasa cuando el día se acaba y no tienes adónde ir. Qué pasa cuando la vida te quita a todos y te quedas literalmente desnudo. Tan propenso al daño. Tan vulnerable. Qué pasa si un día de estos me recuerdas y quieras de inmediato que me esfume tan pronto como una tristeza insuperable. Qué pasa si un día de estos te olvido y quieras que te recuerde por el simple hecho de que te gusta estar en ese lugar tan grande como la memoria.

Posdata: No espero que me digas cosas bonitas, porque simplemente no las merezco. Pero, óyeme, si un día me recuerdas por accidente, por favor, no me dejes ir.

Benjamín Griss


Benjamín Griss.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora