Diez.

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No estoy solo, me siento solo. La mitad de mi vida he sentido un gran vacío existencial dentro que, pasen los años que pasen, pareciera que jamás se terminará llenando. O quizás es porque soy un horrible vacío en el que nadie quisiese estar ni edificar algo bonito.

He vuelto a la maldita rutina de uno de mis trastornos alimenticios: los atracones. Nadie, absolutamente nadie, sabe por lo que he pasado (hasta ahora). Solamente los que han sentido eso, saben lo miserable que uno puede sentirse con los comentarios absurdos de la gente.

Soy feliz con mi forma de ver el arte, con la manera en la que me expongo ante los demás, con esa vulnerabilidad de recibir cualquier tipo de insulto que, a día de hoy, sigo recibiendo mensajes de odio: sinceramente no me importa tanto como cuando me dicen cosas acerca de lo que soy.

No ambiciono cosas grandes, sólo quiero ser yo, solo yo, y eso es lo que aún no le queda claro a los que me conocen. La vida es un reto diario donde tienes que ponerte tu mejor ropa y lucirte con lo que amas, con esa naturalidad de los dones que Dios ha puesto sobre ti.

Cada día le ruego para que me ayude a levantarme, a sujetarme cuando solamente he visto manos que me empujan al abismo, jamás una se ha extendido para sacarme de toda esta mierda. Le pido por los diferentes como yo: con los que amamos lo raro, con lo que nos apasionan cosas no muy comunes, por los que nos sentimos diferentes.

Siempre soy el de los consejos, pero ¿quién me da un abrazo a mí? Sólo necesito eso: un jodido abrazo. Tan simple, y tan complicado a la vez.

A veces cuando pienso que todo ha terminado, alguien viene a mí y me muestra que todavía me queda mucho por llorar, agria y amargamente, en mi fría y oscura habitación.

Nadie sabe cómo me siento, cómo me he sentido, ojalá el futuro me muestre un lado más sonriente de vivir.

No echo de menos nada de mi pasado, puesto que no tengo nada bueno que recordar ni anhelar, excepto cuando mi abuela estaba conmigo y me apoyaba en lo que aspiraba ser en la vida, porque ella creía en mí.

Pero, un maldito día, una jodida nube negra vino hasta mí y comenzó el gran y frío invierno de mi vida.

La mayoría conoce al Benjamín motivador, pero pocos conocen al Benjamín autodestructivo. Y esa es la sombra que trato de colorear.


(Ésta me ha matado)


Benjamín Griss.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora