Las cosas al estilo Chicago

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-Llegué hoy a la mañana, princesa. Mientras que vos dormías. -me comentó acariciando mi pelo con sus manos 

-Quiero regresar a Chicago, ya. -me quejé

-Pensé que no querías irte todavía -se entrometió mi madre

-Es solo que no soporto más hacer tantas estupideces en Luisiana

-Pero no es una cuestión de Estado, serías estúpida acá y en Sri Lanka, para el caso. -comentó graciosa Gwen. 

-Ay, ella y su vida amorosa -bromeó mi madre

¡Oh! -exclamé -pensé que lo había soñado pero te lo conté. -¿Ven? No paro de hacer cosas estúpidas.

Todas reímos.

-¿Así que estas enamorada? -me preguntó mi abuela, codeándome.

La miré a mi mamá, sonriendo y mordiendo mi labio inferior a la vez. 

-No lo sé, abu, ese es el punto. -le contesté. Me senté en la mesa para comer los waffles que había cocinado mi madre, con la receta de mi abuela, a juzgar por el olor.

-Sabes que podes hablar con nosotras -indicó mi mamá

-¡Mamá! -me quejé -No quiero hablar con vos. 

Comencé a jugar con el tenedor y la salsa de frutilla sobre el waffle en un incómodo silencio -quiza grité un poco -me disculpé -pero no quiero hablar con vos de esto. 

-Creo que ya has exprimido los consejos de Gwen, y que no estás lista para escuchar a tu madre, esta tampoco lo está -indicó señalando a mi mamá

-¿Porqué no hablan ustedes dos y Gwen y yo vamos de compras? 

-Genial -comentó mi abuela -venga que te hago la lista de lo que necesitarás -le indicó a mi madre

Me fui a bañar y puse música. Comencé a cantar. Había visto en la tele una noticia sobre Siria, sobre cómo estaba siendo bombardeada, y pronto mis problemas parecieron una letra minúscula entre las obras de Edgar Allan Poe. 

Salí de bañarme y recibí un mensaje de Jeff "Podemos encontrarnos en Lake Charles Mall? Quería que hablemos "

"Sí, a qué hora?"

"¿Cuándo puedes?"

"Estoy con mi abuela, cuando regrese mi madre te aviso y nos encontramos"

"Genial xoxo"

"xoxo a tí"

Acababa de firmar mi sentencia de muerte, muerte por paro cardíaco. 

-¡Abuela! -grité al salir del baño, ya vestida. Mi mamá ya se había ido, lo sabía porque había escuchado el auto en marcha.

-¿Si? -me contestó 

-Creo que voy a tener algo así como lo que ustedes llamarían CITA.

-Nosotros no lo llamamos así, se llama así -me corrigió

-¿Qué me pongo? -le pregunté. Sé que ninguna joven le preguntaría a su abuela que usar, pero a diferencia de las demás abuelas, la mía era diseñadora de moda. Ya no ejercía su profesión de manera Hollywoodense, pero unos años atrás le había ido bastante bien en NYC, aunque claro nunca llego a Hollywood. Hasta que mi madre creció, ella se dedicaba a la asistencia de diseñadores más viejos. Elegía telas, tomaba notas, llamaba a modelos y famosos. Pero luego cuando mi madre empezó el secundario, se dedicó al diseño de indumentaria femenina. Llegó a hacer bastante dinero con lo que hacía, pero eso casi le cuesta su familia, cuando se ausentaba por largos días. Creo que no estuvo el mismísimo día de mi nacimiento. Pero las cosas cambiaron mucho, y dejo de viajar tanto, se asentó en Chicago y se dedicó a la venta de sus producciones a baja escala (vestidos de cóctel y de novia y al arreglo de prendas en un humilde pero pintoresco local en  4500 N.Clark St.

Atardecer de amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora