(me quiere, no me quiere)

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Holaaaaaa, he aquí el decimo capítulo si no me equivoco, y quiza lo haga. No tengo mucho que decir más que gracias y gracias por la espera. Cortísimo capítulo pero prometo más pronto

Acababa de pasar lo que había esperado y sin embargo no se sentía como había esperado. De hecho ni siquiera pensaba en Jeff. Pensaba en Sam. Miré la hora, de seguro Sam estaba despierto.

¿Sam? -golpeé a su puerta

Un joven despeinado y con un vaso de leche en mano, no muy masculino, y galletitas, me abrió la puerta.

Me acosté en su cama como si fuera mi terapeuta, y solía actuar como uno.

Sam también se acostó y ambos comimos galletas remojadas en leche tibia como niños.

Empecé a dar vueltas, sin ir al punto

El punto es... es que... Jefferson me besó, una, en realidad –me corregí –dos veces

¿Y tú? –preguntó

¿Y yo qué? –Contesté

¿Lo besaste? -preguntó

Sí, bueno me gusta. En serio quería, pero una vez que lo besé me sentí bien y después me sentí...

¿Enamorada, triste? –interrumpió

Aburrida –contesté tragando. Reimos escupiendo migas sobre su cama.

De repente ya no hablabamos de Jeff o de besos o novios. Hablamos de su papá y del mío.

Al menos estuvo para ti –le comenté –claro que no me duele que se haya ido. Me duele qué no haya querido volver.

Tu mamá es... -mencionó encantado

Lo sé. Es genial. Aunque quise morir cuando me enteré que vendría a vivir aquí definitivamente.

¿Y te quedarás? –me preguntó

¿Querés que me quede? –pregunté bromeando. Silencio. Lo mire a los ojos pero él desvió la mirada. –Sam –llamé su atención, golpeando su pecho, sobre el cual me recosté

-Sí, sí quiero que te quedes. –exclamó serio mirándome a los ojos

Sam se acercó y nos besamos, sujetando mi cintura con sus suaves manos. Pero no podía hacerlo

Sam –lo detuve –no... yo no...

Sos hermosa –me dijo acariciando su mejilla

¿Por qué tenía que hacer esto? ¿Por qué ahora?

Sam, yo... -me levanté -no puedo –le confesé

Lo entiendo –me respondió. Sali del cuarto y pude escuchar a Sam quejarse ¿Qué acababamos de hacer? ¿Arruinamos una amistad por estúpidos?

Me encerré en mi cuarto, casi ni dormí. Y no quise salir la mañana siguiente.

Ahí estaba, a punto de salir, cuando lo vi desde la escalera. Llevaba con él un bolso negro. Y me vio, sé que lo hizo.

Atardecer de amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora