Una familia con clase

53 5 1
                                    

 Gracias a esas 18 personas que la siguieron, sé que el prólogo es largo. Y por ahi, quien lea esto piense que 18 personas es muy poco... Y sí, es poco. Pero bastó con que a una persona le interesara. para ponerme a continuar la novela con todas las ganas. Gracias Meli! Espero que te guste, es medio largo, tal vez los proximos sean más cortos.
Besotes :-)


- ¡La canasta! Nos recordó Debbie.

-Ohh, casi lo olvido. -admitió.

Nos encaminamos a la puerta trasera de la casa si seguias derecho por un sendero marcado desde una estatua en su patio llegabas a las costas

-Llegamos justo para ver los últimos 20 minutos de sol.

-Sinceramente odio la tarde, prefiero la mañana o la noche, encuentro a la tarde muy deprimente. Pero en un pantano... Es otra cosa. -Expresé maravillada. Nos miramos y sonreímos pero permanecimos en silencio.

-¿Quieres mojarte un poco?

-Ehhh... Sí, de acuerdo. -dudé pero finalmente accedí.

 Entonces Sam tomó mi mano y hizo que corriera hasta el agua. Ya había anochecido. Yo me quede bien en el borde, Sam se metió más profundo.

-¿Sabes nadar? -preguntó a 7 mts mio.

-Eso creo, pero no pienso nadar.

-No es que vayas a nadar, sólo por precaución. Ven.

-No sé... –Estaba con dudas pero de lo que estaba segura era de que quería ver de cerca los abdominales no tan marcados pero abdominales en fin, de Sam. *Okay, ese pensamiento no debería diambular por mi mente, es decir, él es casi familia.* –Contrólate, Ann. –Me dije a mi misma. De todos modos no escuché a la parte cuerda de mí y termine mi comentario con un –Bah, ¿qué me puede pasar?

Y me acerqué hasta él.

Empezamos una guerra de salpicones y él, como todo varón, ganó. Al salir del agua caminamos un poco, Sam dijo dos o tres palabras pero yo no podía evitar seguir viendo el cielo. Nunca lo había visto tan estrellado como lo estaba esa noche.

-Estoy empezando a tener hambre, ¿Comemos?

-Claro. –Accedí, también tenía hambre y por cierto, tengo un estomago muy ruidoso.

Volvimos hasta nuestra canasta con comida, había sándwiches y cerveza y agua.

-¿Qué edad tienes? -pregunté curiosa. Se me ocurrió por las latas de cerveza.

-22, ¿Vos? -me preguntó con una lata de cerveza en su mano que era para mi.

- 20, pero de todos modos no tomo alcohol.

-Ah, ¿se puede saber por qué?, aunque si no tienes 21 no deberías.

-Bueno en realidad no tomo porque no me gusta el sabor de la mayoría de los tragos, pero mi psicóloga cree... –me detuve un momento, pensé, no podía decirle lo que en realidad creí mi psicologa. – cree que el resacón de hace unos años haya influido en mi decisión de no beber. -reí luego de mi respuesta para que sonara más creible.

-¿Lo dices en serio?

-Sí, lamentablemente. Ocurrió con unos amigos que hace años que no veo. Cambiando de tema. ¿Trabajas con tu tío? ¿Por qué la semejante discusión de hoy? 

-Sí, trabajo con él pero estudio abogacía, último año.

-¡Qué bien, yo soy de 2do año! ¿Y lo de hoy...? –Dije con una cara graciosa para no mostrar tanta curiosidad.

Atardecer de amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora