"Malditos humanos" musitó con odio mientras, sentado en una rama de un cerezo cercano a la preparatoria de Iwatobi, observaba a un pelinegro ignorar a un hermoso gatito rojo. Su colita se movió con odio mientras se preparaba para atacar.
Ese gato rojo le encantaba. No sabía por qué, pero adoraba su pelo flameante y sus ojos, que eran como esas piedras preciosas... ¿Cómo era que se llamaban? Ah, rubíes.
En fin, le encantaba todo en aquél gato. En especial la forma en que intentaba seducir a ese humano. Aunque debía admitir que era estúpido de su parte, pues un humano jamás podría estar con un gato.
Pero, a pesar de ello, su corazoncito se estrujó al ver que el humano por fin hacía caso al pequeño acosador rojo. El idiota había estirado la mano y ahora el gato se encargaba de embarrarle su esencia en una muestra de cariño. Entonces el pelinegro cargó al pequeño rojo.
¡Pero si eso era secuestro!
Olvidándose de atacar, bajó del árbol. No podía llamar a la policía, eso era demasiado estúpido. Había visto miles de programas en televisiones de casas en donde había parado a comer y definitivamente no debía avisar a la policía de inmediato. Esperaría a que lo llamaran y...
¡No tenía un celular!
Intentó llamar la atención del otro gato, pero éste se revolcaba feliz entre los brazos del mayor. Soltó un suspiro. Sí, quizá era el único gato que consideraba secuestro el ser adoptado. Se acarició la cabeza con una patita y echó a andar en dirección al templo. Ahí siempre le ponían un poco de agua y comida además de una caja para dormir.
Subía los escalones al dichoso templo cuando lo vio. Un humano que vestía de un pantalón negro azuloso y una camiseta negra con rosa en los bordes. Sus ojos eran de un color carmesí y su cabello algo bermellón. En sí, era un humano rojo.
"Quizá los gatos tienen su versión humana" murmuró maravillado. El chico lo volteó a ver y apretó los labios. Miró a todos lados antes de acercársele "¿No eres muy indeciso?"
-Hola, gato.
"Hola, humano" contestó. El mayor se agachó hasta sentarse en el escalón y le acarició la cabeza.
- ¿Ibas al templo también? -no esperó respuesta alguna, tomó al gatito entre sus brazos y se levantó para continuar la subida.
"Gracias por llevarme" musitó el gato, ronroneando muy a su pesar.
El pelirrojo le acariciaba las orejas con ternura, adormeciéndolo. Era una sensación muy buena. Cerró los ojos hasta que el frío lo invadió, pues el humano lo había dejado en el piso de nuevo.
-Listo, ve y haz lo que quieras.
Esa fue la última vez que vio a ese humano, pues él regresó a su hogar y el gato no tuvo tiempo de despedirse. Lo lamentó un poco. Había sido el único humano que no le hablaba como si le costase entender las palabras. O que no hacía un horrendo tono agudo en un intento de causarle ternura.
Lo que más le había gustado eran sus colmillos de depredador. Eran simplemente increíbles...
Pero, ese día, una luz hizo brillar sus ojos azules. Trepó a la capilla del templo y observó con asombro la transformación del gato rojo. El felino se había convertido en un clon del otro chico.
Se marchó, molesto.
No quería ver aquella atrocidad. Fuera de lo increíble y milagroso que esa transformación había sido, el gato rojo se había decidido a los humanos sobre su misma especie. Y eso le molestaba.
Había desperdiciado una de sus siete vidas -aunque era solo un decir- en intentar llamarle la atención. No desperdiciaría más.
Con el paso del tiempo, el pequeño gato negro aceptó que el gatito, al que habían llamado Rin, no regresaría fácilmente.
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Frío y no tan frío (HaruRin)
FanfictionSerie de OneShots independientes. Cada OS tiene diferente clasificación y las advertencias pueden o no coincidir con ellos.