2. Reseña, introducción, prefacio...

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Lucas era un diseñador, un artista gráfico que por caprichos del destino actualmente diseñaba edificios de apartamentos y servicios, y casas en la empresa constructora de Camilo Ruiz uno de los más afamados arquitectos de la ciudad y su padre, un hombre controlador, frio y estricto; Lucas había abandonado la casa familiar con apenas 16 años tras una de las habituales peleas con sus padres sobre su futuro, estudió diseño y lo básico de arquitectura – por complacer al patrocinador de su educación, su padre – había trabajado desde su ingreso a la universidad para una pequeña, pero prolífica, compañía de animación e ilustración para libros y cortometrajes – Luminal – la animación era su más grande pasión, sin embargo, tras la muerte de su madre hacía poco más de un año su padre le había pedido que trabajara para él y así estar más cerca de su hermana de 15 años, Lucy.

Vivía en la planta alta de una cafetería, en un apartamento que anteriormente había funcionado como bodega de la misma cafetería, pero que, por problemas financieros, el propietario se había visto obligado a alquilar; a pesar de que la paga en su empleo era más que buena – lo suficiente para comprar uno de los lujosos apartamentos que diseñaba – Lucas eligió aquel lugar para vivir no solo por tener un proveedor permanente de desayuno, sino también, y aunque se empeñara en negarlo, porque a solo tres calles vivía Amelia.

Amelia había sido compañera de bachillerato de Lucas, pero la conocía desde que eran niños, sus padres eran amigos cercanos y se reunían habitualmente así fue que desde que tenían 13 años Lucas sentía por Amelia algo más profundo que amistad, él la amaba. Durante la su temporada como bachilleres comenzaron a salir, sin embargo, ella había decidido estudiar la universidad en otra ciudad, Lucas estaba dispuesto a seguirla hasta el fin del mundo, pero ella estaba decidida y se negaba a compartir su vida un solo día más con él, desde entonces Lucas le guardaba un profundo rencor, rencor que se acentuó el día que ella regresó y consiguió empleo como administradora de la gran empresa constructora y asistente personal de su padre; la odiaba por haberle roto el corazón, por haberle dejado y porque aún sentía por ella algo más que desprecio, quizá porque fue y continuaba siendo su primer y único amor.

La vida de Lucas era simple, probablemente aburrida pero cómoda y fácil de llevar, tenía lo básico para vivir decorosamente y así podía gastar su sueldo en su propia adicción: comprar libros, pinturas y materiales para dibujar, además de enriquecer, de vez en cuando, su impresionante colección digna de una juguetería, de "pollitos" de peluche, la cual había comenzado a los 5 años, esos muñecos, además de Maxwell – un perro de raza indescifrable que había recogido de la calle desde que se había mudado de la casa de sus padres – eran su única compañía, y los únicos que podían estar a su lado sin problemas; no poseía televisor o reproductor de música – con trabajo había adquirido una laptop y aceptado tener un celular a petición de su hermana – pues para él eran ruidosos distractores que le impedían crear cómodamente, tampoco tenía auto, a pesar de vivir considerablemente lejos del trabajo, solo una vieja bicicleta amarilla que comprara hace 2 años por tener pintado en un costado un pequeño pollo, así pues la bicicleta formaba parte de su colección a pesar de no ser un "monito" de peluche, además claro de que era su medio de transporte al trabajo, que también le había dado un arduo entrenamiento para poder subir, con dignidad, todos los días los 8 pisos del alto edificio que su padre había diseñado para ser la casa de su prestigiosa empresa.

A Lucas no le entusiasmaba las relaciones interpersonales, después de todo nunca había sido tan sociable, nunca era maleducado, solía saludar y mantener la reglas de buenos modales con quienes le rodeaban, no poseía muchos amigos cercanos además de Lucy su hermana y sus tres amigos de Luminal, Rogelio, Sebastián y Melisa, solo ellos eran "cercanos" los demás simples conocidos.

Ese era Lucas, su vida era una rutina sin fin, hasta que llegaba a casa, solía preparar algo sencillo para comer, alimentaba a Maxwell y limpiaba un poco, para al final del día acomodarse en su cama, rodeado de todos los pollitos, con una tablilla a manera de mesa en las piernas, un cuaderno de dibujo y a los costados lápices, pinceles y pinturas, a sus pies su fiel compañero de casa, el resto del día se le iba en dibujar hasta que el sueño lo venciera y finalmente meterse en las cobijas y dormir hasta que llegara la hora de ver el amanecer. 


InesperadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora