8. ¿La cita?

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Miraba hacia ningún lado, la pared o quizá la nada, realmente daba igual, Lucas se encontraba sentado frente a un papel en blanco, mientras golpeaba con el lápiz de dibujo sobre él, pensaba en su madre, que cumplía ya dos años de fallecida, desde entonces trabajaba ahí, haciendo lo mismo la mayoría de los días, se encontraba sumergido en sus pensamiento cuando algo lo tomo por sorpresa. Fernando estaba cada vez más raro, de la nada le tomo el brazo y sin explicación alguna lo arrastró escaleras abajo, al parecer era el único que se había percatado de la fobia de Lucas, incluso Amelia parecía ignorarlo, para ella el bajar y subir por las escaleras era una manía, y Fernando era el único que parecía entender de manera extraña los estados de ánimo del hasta entonces incomprendido diseñador; después de bajar rápidamente las escaleras salieron del edificio sin dar cuenta a nadie del lugar hacia donde se dirigían, Fernando pareció jalar con más fuerza del brazo a su pobre jefe, que parecía un títere víctima de un malintencionado titiritero, cuando vio el autobús que iba a la zona comercial de la ciudad, empujó a Lucas dentro del autobús y subió detrás de él, pago el pasaje correspondiente y tomo nuevamente del brazo a un asustado, cansado y pálido Lucas que parecía soñar despierto de pie frente a la ventana del autobús.

A pesar de haber vivido, prácticamente toda su vida en la ciudad eran aproximadamente 5 las veces en que Lucas había subido a un autobús, aun en su época de escolar prefería caminar a casa aunque eso le costara más de media hora de su tiempo, sin embargo, ante la inesperada situación no tuvo tiempo suficiente de negarse a subir.

-¿A dónde vamos? – Preguntó sin quitar la vista de la ventana en un tono serio y tranquilo.

-¿Te sientes mejor? – Respondió Fernando sin darle importancia a la pregunta de Lucas – Te veías triste, además cansado y pensé, bueno, ¿Te sientes mejor?

-¿Triste? – Lucas no lo había pensado, pero al parecer el recuerdo de la muerte de su madre había cambiado la forma en cómo se comportaba, de cualquier forma estaba convencido de que nadie había notado su estado de ánimo.

-Bueno, sí, te veías un poco, cómo decirlo, "desinspirado".

Lucas ignoró la observación de Fernando que había pasado de ser un secuestrador agresivo a un niño tímido que se excusaba tras una travesura, e insistió con su pregunta inicial:

-¿A dónde vamos?

-Sí, pues, no sé muy bien – respondió Fernando mirando de un lado a otro buscando un cartel o una buena excusa.

-¡¿Me subiste a un autobús sin saber siquiera a donde querías llevarme?! ¡Vaya secuestrador que resultaste ser! – Lucas rio para sí, mientras se mostraba ya recuperado – Y bien, entonces ¿Qué planea hacer ahora señor secuestrador? ¿Cuál es nuestro destino?

-No te burles, yo solo quería que no te deprimieras al grado de querer lanzarte de la ventana, pero si tanto te molesta puedes bajar en la siguiente parada – dijo Fernando entre molesto y avergonzado pues se acababa de percatar que en realidad no sabía a donde se dirigían.

- No te irrites, pareces una adolescente caprichosa de esa forma – dijo Lucas con un tono irónico y con una sonrisa de diversión evidente en los labios – Pues bien, será un café, ¿Te parece?

-No - en ese momento los ojos de Fernando se abrieron más de lo normal y en un acto igual de impulsivo que antes y tratando de parecer seguro de lo que hacía tomó a Lucas por la camisa y bajó corriendo del autobús.

-Es aquí – dijo señalando la entrada de una tienda de mascotas.

-¿Aquí?, no me dijiste que te buscaríamos una novia - mencionó Lucas en tono de broma, sin embargo Fernando ya había entrado antes de poder escucharlo.

Cuando Lucas entro en la tienda, vio a Fernando inclinado frente a las peceras, mirando con ojos de niño como nadaban los peces dorados, en ese momento su siempre serio asistente de 23 años le pareció mucho más joven, incluso había perdido todo signo de madurez que le caracterizaba, ahora le parecía un hermano menor a quien había acompañado en busca de una mascota por su cumpleaños. Unos minutos después de la entrada de Lucas en la tienda, una linda chica de unos 19 años le preguntó en tono jovial:

-Buenas tardes, ¿Les puedo ayudar?, ¿Buscan algún animalito en especial?, ¿Un pececito quizá? – resolvió finalmente al ver lo embelesado que estaba Fernando ante las peceras.

-Bueno veras, en realidad nosotros no... - Trataba de responder Lucas cuando Fernando comenzó a hablar como si no estuvieran más que él y su jefe en la tienda.

-Un pez se vería bien sobre tu archivero, además te haría compañía, o puedes llevarlo a casa – dijo Fernando sin quitar la vista de las peceras.

-Tengo un perro, gracias, además los peces no me agradan mucho – le respondió Lucas en tono serio – No se puede jugar a la pelota con un pez – dijo dirigiéndose a la vendedora, que soltó una leve sonrisa ante su comentario.

-¿Quién pidió tu opinión? – Resopló Fernando – Nos llevamos ese, una pecera y comida por favor – señaló un pez dorado, además de una pecera cuadrada y un bote de comida para pez en un anaquel.

-Te digo que no quiero un pez – gruño Lucas, más en tono de berrinche que de molestia.

-No es para ti – respondió Fernando.

-Entonces, ¿a quién le darás ese pez?

- Es para mí – Contesto Fernando mientras tomaba la bolsa con el pececito con una mano y con la otra la bosa con la pecera y la comida y salía de la tienda admirando al pez.

Después de recibir el cambio y despedirse amablemente de la vendedora, con un poco de vergüenza en la voz, Lucas salió rápidamente de la tienda y se encontró con Fernando que lo esperaba afuera, tomaron el autobús de regreso a la oficina sin cruzar media palabra, aquel día había sido ya demasiado extraño para Lucas, había sido obligado a hacer una serie de cosas muy en contra de su habitual carácter y lo que más le sorprendía era el hecho de que no se había resistido a ninguna de esas situaciones en lo más mínimo.

Cuando llegaron al gran edificio y cruzaron las puertas, su asistente aun viendo al pez, regresó a su estado de antipatía normal, serio y extremadamente maduro, volvía incluso a parecer mayor que Lucas, después de detenerse un momento frente al elevador levantó la mirada, giró hacia Lucas y finalmente solo dijo:

-Te espero arriba – subió al elevador y se sumergió nuevamente en la contemplación de su pez.

Lucas sintió que le hervía la sangre, después de todo lo que había pasado esa tarde, no había recibido ni un "gracias", ni una disculpa de Fernando, a pesar de ser su jefe parecía no tenerle ningún tipo de respeto; lo que más le enojaba era, aunque se empeñara en negarlo, el hecho de que le permitía todo aquello, quizá porque era la persona que había logrado cambiarlo, o quizá simplemente porque...; no sabía por qué pero se lo permitía y eso le enfurecía; aunque de alguna manera sentía que en esos momentos Fernando recuperaba su carácter original y así Lucas se sentía más cómodo. 

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La canción no tiene mucho que ver pero me gusta el ritmo y la letra :3

InesperadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora