13. La Verdad

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El silencio entre ambos se prolongó por un largo tiempo, Fernando no sabía exactamente cómo reaccionar, mucho menos que decir esperó pacientemente mientras Lucas seguía callado. En su cabeza daban vueltas todos los eventos que habían vivido en ese año, le parecían irreales; el silencio continuaba y en ambos lados solo se escuchaban las respiraciones. Fernando trató de pensar en otra cosa, tal como a su parecer lo hacía Lucas.

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El viaje le había parecido eterno, después de esa semana en que sus llamadas no habían sido contestadas y tras dejar miles de mensajes en el buzón, apenas había podido dormir, se preguntaba si su pez estaría bien, se preguntaba si Lucas estaría bien. Cuando el taxista le informó que habían llegado Fernando despertó de sus pensamientos, una vez bajó del taxi y camino con maletas en mano hacia la entrada de la academia de diseño, su mente se despejó, aún tenía los ojos irritados por el desvelo y las lágrimas, sin embargo su empeño en dejar lo pasado atrás parecía más inquebrantable que nunca.

Había aceptado la beca justo el último día de trámites, esa misma tarde, después de entregar su papeleo, se le asignó una habitación, las clases comenzaría en una semana y los pasillos de la academia se encontraban vacíos, sin embargo, había decidido instalarse de inmediato. Durante la semana mantuvo su mente ocupada en la fotografía, poco a poco descubría un gusto y talento que había surgido del desastre en el que se había convertido su vida. A mitad de la semana su tranquilidad comenzó a desvanecerse el campus se llenaba poco a poco de gente, más jóvenes y mayores que él, la cama frente a la suya permanecía vacía; para la tarde del su sexto día en la academia las cosas cambiarían.

El picaporte de la puerta giraba con dificultad, Fernando terminaba de acomodar las sabanas de su cama cuando finalmente la puerta se abrió por completo de un golpe haciendo saltar a Fernando, fue entonces cuando en el umbral de la puerta apareció lo más parecido a lo que sería un perchero humano llegado desde Alaska, con un abrigo largo y dos chamarras, además de un gorro de lana de un tono naranja muy extraño. Traía por lo menos tres maletas al hombro y sostenía otra en la mano derecha; tenía unos intensos ojos verdes "Muy similares a los del Sr. Vivaldi" pensó Fernando; el curioso personaje lo miraba con una gran sonrisa que mostraba unos blancos y bien alineados dientes.

-¡Hey!, ¿Qué tal? – dijo finalmente aquella persona – Así que tengo nuevo compañero de habitación, por fin dejaré de dormir solo, bueno tú a tu cama y yo a la mía ¡he! No me malinterpretes.

Fernando lo miró un tanto desconcertado y no puedo más que reír. Se incorporó y caminó hasta el chico para ayudarle con las maletas, le sorprendió saber que pesaban más de lo que parecía.

-Muchas gracias, entre tantas capas abrigadoras y las maletas siento que he corrido una maratón – suspiró profundamente – mi madre ha visto una nubecilla gris en el cielo y me ha obligado a traer miles de abrigos, y bueno, el reporte de que este fin de semana caerá la primera helada por aquí, tampoco ayudó mucho. A propósito me llamo Marcel – finalizó extendiendo una gruesa mano.

-Fernando – respondió con una sonrisa y correspondiendo el ademan. Le pareció que su nuevo compañero de habitación hablaba demasiado, pero no le molestaba, de hecho le divertía.

Mientras le ayudaba a instalarse, Marcel le contaba a Fernando su vida entera, mientras el permanecía en silencio, contestando con un ocasional "Si, No" y alguna sonrisa empática. Aquella platica tan espontanea le resultaba refrescante y aturdidora al mismo tiempo, pero le distraía la mente y le obligaba a concentrarse en ella para responder de manera lógica, además claro que hacía mucho tiempo que no entablaba conversación con otra persona que no fuera sí mismo.

InesperadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora