dos.

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Michael nunca fue el que despertaba primero, ni de broma. Él podría ser como un pequeño oso que hibernaba todo el tiempo.

A Luke no le molestaba, de todas formas. Él pensaba que era adorable. Y por supuesto, cualquier cosa que hiciera Michael, a Luke le parecía como la más tierna del mundo.

El rubio había bajado temprano para poder hacer el desayuno. Habían un poco de galletas de ayer, pero conocía a su novio mejor que a la palma de su mano. El lema Michael Clifford podría ser que las galletas sólo se comen recién horneadas.

Entonces Luke horneó dos bandejas de galletas porque esas eran la cosa favorita del teñido, hablando de comida, por supuesto. Ya muchas veces le había aclarado que Luke era su persona favorita en todo el mundo; y no sólo por el hecho de que Michael conociera a muy poca gente.

También se tomó la molestia de hacer un poco de chocolate caliente ya que Michael adoraba tomarlo cuando el clima te hacía temblar.

Inconscientemente Luke estaba sonriendo. Así había estado desde hace tres años. Sonriendo siempre por tener a alguien tan mágico a su lado.

Su novio se sentía como la magia lo haría.

Estaba tan enamorado.

El sonido que el horno hizo cuando las galletas estaban listas, fue como una alarma para Michael.

En cuanto se levantó pudo olfatear el aroma adictivo de las galletas caseras de Luke. Eran diferentes a las que él preparaba, estas eran exquisitas y él las prefería porque siempre estaban igual de esponjosas.

El teñido bajó corriendo las escaleras justo como lo haría un niño en Navidad, excepto que no era Navidad aún y que él no era ya un niño.

Era un adulto joven enamorado.

Luke lo vio de reojo desde la cocina. Llevaba pantalones de pijama holgados amoldándose torpemente a su cintura, y hacía tanto frío que su novio traía puesto aquel suéter enorme que le había tejido la madre de Luke hace un tiempo.

Liz había dejado de tejer hacía años, pero Luke insistió en que Michael necesitaba un suéter.

Luke lo observó con el cabello revuelto y la sonrisa más hermosa en la cara. Estaba emocionado y lucía tan pequeño en el suéter que al rubio lo comían las ganas de meterse con él a la cama otra vez para sólo quedarse abrazados.

A Luke le faltaban seis diccionarios completos para expresar lo que sentía por él.

—Hola —Musitó Michael con su aliento mañanero. Luke ya estaba más que acostumbrado a él, a veces, ni siquiera se percataba.

Michael, siendo el obsesivo con la limpieza que es, se hubiese lavado los dientes antes de bajar a desayunar. Pero otro de sus lemas era nunca lavarse los dientes cuando estás a punto de comer. Él mismo lo había comprobado: la comida con dentífrico en la boca no sabía bien.

—Hola —Le sonrió Luke de vuelta dejando un pequeño beso en su nariz. Quizo pellizcar sus mejillas pero se contuvo para ir a sacar las galletas del horno, mejor.

—¿Has hecho galletas? —Suspiró Michael emocionado. —Quiero decir, es lógico que las has hecho, pero-

—Lo sé, no tienes que agradecerlo, bebé.

A Michael le dieron escalofríos. Amaba los pequeños apodos. Vivía por ellos.

—Luke, eres el mejor novio.

El rubio sonrió amplio besando su mejilla. Michael era el mejor novio.

Sirvieron chocolate caliente en sus tazas más grandes y se dirigieron al sofá con el plato de galletas en las manos.

Luke tenía ya él área preparada: sábanas cálidas, muchas almohadas y películas de Navidad.

Michael seguía sonriendo. Luke amaba las estrellas.

Entonces el rubio miró al teñido sorber su chocolate. Lucía demasiado hermoso como para ignorarlo.

—Quédate a vivir por siempre conmigo, ¿sí?—Soltó de repente Luke. —Es que no hay mejor cosa que tenerte cerca. Porque el tiempo se para y me haces sentir vivo y olvidar que lo estoy al mismo tiempo.

Se sonrieron y Luke recordó lo mucho que amaba los besos con sabor a chocolate caliente y galletas.

sick of you ~ mukeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora