Capítulo 1

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CAPÍTULO 1, CASA ROMANA.

*Narra Romano*

''Sigo pensando que aliarnos con los... Germanos esos es una completa estupidez, y una pérdida de tiempo máxima.'' Dije refunfuñando. Mi hermano estaba contento como siempre, mientras que Antonio miraba a mi abuelo, el Gran Romulus.

''Romano, para ya de hacer ese tipo de comentarios. Los Germanos son la única opción que tenemos para poder recuperar nuestra gema. Sabes bien que, además, Folker Beilschmidt es una gran amigo mío de toda la vida, y que nos debemos apoyar mutuamente. '' Me regañó Romulus.

''Ve ~ Roma~ Sabes que el abuelo tiene razón'' Dijo Feliciano con su irritante voz de persona feliz.

''Te he dicho mil veces que no me llames así!'' Dije enfadado. '' Baka...'' Susurré.

''¿Cómo? ¿Roma?'' Preguntó Antonio intentando molestarme un poco con una de sus insoportables sonrisas.

''Cállate, idiota!''

''Romano. Basta ya. No la tomes con tu hermano, ni con Antonio.'' Mi abuelo se veía enfadado, así que opté por callarme, y seguir comiendo. A la tarde cabalgaríamos a la casa de esos bastardos, para firmar el tratado de paz y la alianza. Terminamos de comer, y corrí por los pasillos de ese enorme castillo donde habitábamos, directo a mi cuarto. Cerré la puerta con llave, y me tumbé pesadamente sobre la cama. Pensé en nuestra situación.

Sin gema, nuestra familia perdía poder rápidamente, nuestras tierras se volvían oscuras, y si no hacíamos nada al respecto, perderíamos gran parte de nuestro reino. ¡Maldito Alfred Jones! Siempre supe que quería apoderarse de todo. Claro, su familia no era de las más importantes, pero era de un rango bastante alto, por encima de la Familia Nórdica, la asiática y de la soviética. Nuestra familia estaba en lo alto de todo, y después iba la Germánica. Básicamente, tenían el mismo poderío, la misma fuerza y el mismo respeto que la nuestra, pero yo los consideraba inferiores. De todos modos, al parecer al señorito Jones no le bastaba con ser la tercera potencia mundial más grande, no, tenía que ser la primera. Tenía que hundirnos a la miseria, tenía que humillarnos, tenía que robar nuestra gema. Sólo porque teníamos más poder que él. Pero nos lo habíamos ganado. Habíamos conseguido llegar hasta donde estábamos con esfuerzo. Él sin embargo no. Lo único que había hecho era traicionar, robar y extorsionar a otras familias, para llegar a donde estaban ahora.

Y eso era algo que me sacaba de quicio.

¡¿Cómo se atrevía, ese ser al que no puedo ni llamar humano, atreverse a robar nuestra gema, después de hacer tanto daño a familias vecinas?! ¿Es que no tenía compasión? Lo único que le importaba a ese bastardo era el poder absoluto. Finge querer a su familia, a su hermano, a su tío y a su novio. Pero yo sé que no es cierto. Y no soy el único. Finge que le importan los otros reinos, y finge echar una mano a los pobres. Finge tener sentimientos, finge que el poder no es importante y que no está por encima de la humanidad. Pero nada de eso es cierto. Para él, a su familia podría cambiarla por dinero, a los otros reinos podría fundirlos un rayo para que dejaran de existir. Para él, los sentimientos no son reales, sólo una enfermedad de la que al parecer, él es el único que se ha librado. Para él, el poder es lo único que le mantiene vivo. Y nunca tiene suficiente. Y nunca lo tendrá.

Alguien tocó en mi puerta, sacándome de mis pensamientos. No noté que estaba sudando de esa forma hasta entonces. Me sequé un poco el sudor con la sábana, y fui a abrir la puerta.

Al abrirla me encontré con Antonio.

''Hey, Romano.'' Me saludó con su maldita sonrisa que nunca se le borraba de esa cara. ''Tenemos que irnos ya. Partimos en cinco minutos, así que Romulus me ha dicho que te vayas preparando.'' Dijo, y se quedó allí, en la puerta.

''Vale.'' Dije al cabo de un rato. ''¿Y por qué te quedas aquí pasmado?'' Hablé de mala gana.

''Bueno, estoy esperando a que te prepares para acompañarte a la puerta.''

Tan solo le miré y cerré la puerta en sus narices. Me di la vuelta, quedando de espaldas a la puerta, y grité:

''¡Ya sé cómo llegar a la puerta de MI casa, no me tienes que acompañar!''

Seguidamente, me cambié y abrí la puerta. Para encontrarme con el idiota tomates allí, de nuevo.

''¿Qué haces aquí aún, estúpido?'' Dije, dándole la espalda y caminando hasta las escaleras.

''Quería acompañarte.'' Su tono tan amable y majo me ponía de los nervios. En verdad era irritante.

''Pues yo no quiero que lo hagas.''

Sin pronunciar otra palabra, llegamos al carruaje, y éste nos llevó a la estación de tren.

''Bueno, '' Comenzó a hablar mi abuelo cuando nos reunimos con él y mis hermanos en el tren. ''Será un viaje largo, pasaremos la noche en el tren.''

Después de decir eso, subí a mi vagón personal y me senté en una mesa pegada a la ventana. Miré, contemplando el atardecer. Y me encerré en mis pensamientos, una vez más ese día.

Cuando volví a la realidad, después de sacudir la cabeza me dí cuenta de que era de noche. Sin saber qué hora era, y sin tampoco haber cenado, me puse el pijama y me metí en la cama.


Kingdom WarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora