CAPÍTULO 4, EL CAMINO DE LA CASA ASIÁTICA.
*Narra Elizabeta*
Galopaba lo más rápido posible en dirección al Reino Asiático. Ya había pasado por el Báltico, pero tendría que rodear el Reino Soviético si no quería meterme en problemas. El corcel que estaba montando era marrón, y veloz. Cabalgué hasta el anochecer, donde tuve que pararme en un pequeño pueblo en mitad de la nada. Me bajé del caballo, y lo conduje hasta un hostal. Reservé la habitación más barata que tenían, cual pagué con una de las bastantes pulseras que llevaba. Dejé al caballo en el establo del hostal, y me di una vuelta por el pueblo. Estaba a punto de pasar cerca del Reino Soviético, así que necesitaba un arma. Por si acaso. Encontré un pequeño puesto de espadas, y compré una con un anillo de oro y diamantes. Más tarde, de vuelta en el hostal, en mi habitación, abrí el pequeñísimo armario que había, y me encontré con un par de botas, una capa, unos pantalones y una camisa y unos guantes negros. También había una bolsa en el suelo. Sonreí al ver la suerte que tenía, y sin dudarlo me deshice de mi vestido para probarme esas ropas. ¡Me quedaban tremendamente bien! (A lo que a talla se refiere, aunque también estaba bastante guapa). Sonreí de nuevo, al ver que debajo de la almohada había un camisón enorme. Me quité la ropa y me puse el camisón, guardando mi vestuario en la bolsa. Me metí en la cama y me dormí.
A la mañana siguiente, me desperté temprano, lista para emprender el viaje. Me puse la ropa, cogí la bolsa, caminé a la salida. Antes de coger el caballo, corrí a la tienda donde había comprado la espada anoche, y compré un cinturón con funda para ésta. Volví al hostal, más exactamente al establo del hostal, a recoger mi caballo. Me monté y enseguida volví a galopar en dirección al Reino Asiático.
Por el viaje, pensaba. Echaba de menos a Roderich, y me preguntaba como solucionaríamos esa pequeña diferencia que, desde luego, había abierto una no tan pequeña brecha entre nosotros. ¿Cómo solucionaríamos eso antes de nuestra boda? Bueno, si es que había boda. Porque con todo el caos que se estaba formando, en esos momentos una boda era de lo menos normal. Supuse que hasta que la guerra acabara no nos casaríamos. Lo que me preocupaba y aliviaba al mismo tiempo.
Pensando y pensando, no me dí cuenta de que había pasado ya el Reino de los Soviéticos, y que ahora un largo desierto se abría paso ante mis ojos. Era ya la tarde, y no había comido ni bebido, pero no me importaba. En estos momentos, llegar lo antes posible al Reino Asiático era mi mayor prioridad.
Llegué al castillo al anochecer, y para mi suerte, Kiku Honda estaba justo entrando. Le llamé, y al mirar hacia atrás se sorprendió al verme, pero enseguida me dedicó una sonrisa cariñosa.
''¡Liz!'' Me llamó saludando con una mano.
'' ¡Kiku!'' Me bajé del caballo y corrí hacia él para darle un abrazo enorme. ''Necesito hablar con Yao Wang. '' Dije, poniéndome seria.
'' ¿Yao? ¿Por qué? Sabes que estamos en guerra, y no creo que...''
''Kiku, ¡por favor! Es muy importante! ¡He cabalgado hasta aquí sólo por eso!''
Kiku se sorprendió ante mis palabras.
''¿Cabalgado hasta aquí? ¿Te has tomado tantas molesti...? Entonces, debe ser importante.''
''Sí, y necesito beber algo. '' Dije, jadeante.
''Por supuesto. '' Hizo una pequeña reverencia, y juntos entramos al castillo, mientras uno de los sirvientes se llevaba mi caballo. Llegamos a la cocina, donde bebí muchísima agua, y luego nos dirigimos a la sala principal, donde Yao estaba hablando con unos soldados. Al vernos, ordenó que se fueran, y se acercó a mí amablemente, estrechándome la mano para saludarme.
''Elizabeta, ¡que gusto verte aquí! ¿Qué te trae aquí, por cierto?''
''Verá... No sé si estará usted enterado, señor, pero El clan Nórdico, los Germanos y La Familia Romana han hecho un pacto triparto en contra de Alfred Jones. ''
''Alfred Jones, ¡ese maldito me las pagará! ¡Por su culpa Ivan Braginsky y los Soviéticos quieren robar nuestra gema!'' Interrumpió Yao. ''Oh, perdona, pero es que ese Alfred... ¡Me pone de los nervios!''
''No es al único al quien se los pone, señor. Acaba de destruir al completo el Reino Romano.''
''Sí, Kiku, estoy enterado de eso. ¡Encima se atreve! Pero, no sigamos con este tema, ¿Qué venías a decirme Liz, eso?''
''Sí, y que ... Bueno, si estaría dispuesto a... Pactar con esa alianza triparta. Igual así podemos detener a Alfred.''
''Es una buena idea, y no me vendrían mal aliados como los Nórdicos o los Germanos... Sí, estoy dispuesto.''
''¿En serio?'' Sonreí contenta.
''Sí, ahora más que nunca tenemos que unirnos.''
Le abracé.
''Bueno, supongo que tendré que hablar con ellos personalmente. Haré ordenar que preparen el tren de alta velocidad. Kiku, vendrás conmigo como consejero. Y dejaré a Zhonghuá al mando.''
Después de esas palabras, Yao se fue a preparase a su cuarto, al igual que Kiku.
A la mañana siguiente partimos de nuevo en dirección a casa.
