Capítulo 8

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CAPÍTULO 8, PALACIO BONNEFOY.

*Narra Arthur*

Caminaba por los pasillos del palacio. Más bien, corría. Tenía que avisar a Francis que la guerra había comenzado. Toqué la puerta de su despacho, cual se abrió segundos más tarde.

''Francis, la guerra ha comenzado. ''

''Ya lo sé, Kirkland. Ya lo sé. '' Me miró expectante desde su silla.

Tenía ojos de loco. Había escuchado lo que le habían hecho a Gilbert Beilschmidt, cosa que me parecía una locura máxima. Y en esos momentos estaba aterrado. Su mirada transmitía todo tipo de sensaciones espeluznantes. Tenía una sonrisa espantosa.

'' Arthur... ¿Por qué no vas a divertirte un poco con nuestro prisionero? '' Dijo, sonriendo todavía más, y dándome un látigo. Tragué saliva fuertemente, cogí el látigo y bajé a las catacumbas.

Un guardia abrió la puerta, dejándome entrar para encontrarme a Gilbert hecho girones. Tenía marcas de golpes en la cara, y mogollón de cicatrices en las piernas y la espalda. Sus ropas eran más bien harapos, y un hilillo de sangre seca estaba pegoteado en su barbilla. Miró hacia arriba, apenado. Enseguida dejé el látigo en el suelo y me arrodillé junto a él.

''Esto es terrible... ¿Qué te han hecho?'' Dije con voz apenas audible y llevándome la mano a la boca.

Él simplemente se quedó allí, mirando.

''Todo esto... ¿Te pillaron con Matthew? '' Pregunté un poco temeroso.

Gilbert abrió los ojos sorprendido.

''¿C-cómo... lo.. has... sabido...? '' Respondió casi sin hablar.

''Siempre lo supe. ''

'' ¿Qué... tal esta... mi familia? ''

'' No lo sé, lo siento. '' Bajé la cabeza. '' Lo único que sé es que hemos entrado en guerra. ''

'' ¿Qué..? ''

''Sí, yo tampoco la quiero Gilbert, pero es así. De todos modos, he intentado detener a Alfred, créeme. Pero no he podido. De todas maneras, he insistido, llorado y suplicado. Pero no ha servido de nada. De veras lo siento. '' Una lágrima bajó por mi mejilla.

Gilbert sonrió un poco.

''Tranquilo... Has hecho todo lo posible, te creo. '' Me hizo una seña para que me fuera, pero me quedé allí parado.

''No puedo irme, Gilbert. No puedo dejarte así, en este estado. ''

''Sí... Arthur, vete, por favor. '' Unas cuantas lágrimas surcaron sus mejillas. Yo sequé las mías, asentí con la cabeza y salí de aquel cuarto en el que sólo había oscuridad. Oscuridad por todas partes



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