Concordanza: Overtime. Epílogo de Mat y Ray (Parte I)

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Llegamos a la ciudad de Darin con una caja de naipes que contenía cinco mil dólares, y un gorro viejo con un bolsillo secreto donde había tres mil dólares más. El gorro era mío y la caja de naipes de Mat. Con eso y un par de bolsos con ropa, teníamos toda la intención de hacernos una nueva vida, juntos.

El autobús había sufrido un leve retraso, por lo que cuando tomamos nuestras maletas y salimos de la estación ya se sentía un cierto aire a tarde-noche. Frente a las puertas que acabábamos de atravesar pasaba la gente como si no estuviera sucediendo nada. Sonreí. Me parecía fantástico.

Miré a mi lado, hacia Mat, y sus ojos también observaban asombrados por cómo la vida transcurría en Darin. Creo que puedo confesar, con toda certeza, que cuando veo a Mat y me doy cuenta de que su mirada se ha perdido en el espacio, sigo sus ojos inconscientemente. Como si me perdiera con él. Nuestras primeras horas en aquella ciudad fueron así: dos adolescentes observando la nada como imbéciles, pero imbéciles felices.

Antes que nada, fuimos a comer algo. Mat se sonrojó como un tomate mientras yo lo arrastraba dentro de un establecimiento de comida rápida, sosteniendo su mano. Un par de personas voltearon, curiosas, pero las demás siguieron como si nada.

—¡Nos están viendo! ¡Ray, por favor!—me decía en una especie de susurro sobresaltado, viendo por el rabillo del ojo a su alrededor.

—Eso es mentira—dije—, y además, ¡ya no importa!

Lo halé con fuerza y él se estremeció al intentar liberarse. Su bolso se resbaló de sus hombros y cayó al suelo. Avancé hacia la fila para ordenar y él, apenado, tomó el bolso y me siguió. Yo sonreí y alboroté su cabello. Él se sonrojó y bajó el rostro para esconderlo. Jamás se lo diré, pero fue ese gesto suyo el que captó la mayor atención de la gente.

Tenía mis ojos fijos en los suyos mientras comíamos. Él relataba historias sobre impostores que pretendían vender apartamentos abandonados, casos que había leído en el periódico, el internet o visto en la televisión. Yo asentía, sin reparar en lo que decía. Gesticulaba con las manos con una mirada sumamente seria, y eso me parecía adorable.

—...Entonces sería mejor que esté en una zona no muy solitaria—concluyó, y tomó un sorbo de su bebida. Pasó su lengua por sus labios inconscientemente y no pude evitar sonreír aún más.

—Ya veo.

Las cejas de Mat se unieron al centro, frunciendo su ceño. —No escuchaste una sola palabra, ¿hm?

Asentí. —Absolutamente nada.

Mat se dejó caer hacia atrás sobre el respaldo de la butaca. Hurgó entre los papeles frente a él, y al ya no tener comida ahí, optó por seguir bebiendo su refresco.

—No cooperas, Ray. El sol ya se ocultó, somos nuevos en la ciudad, estamos cansados, y tú solo...

No pudo completar su queja. Se sonrojó y se apresuró a tomar su bandeja y ponerse de pie, botar la basura, devolver la bandeja, tomar su bolso y salir como un rayo del lugar. En mi mente, sabía lo que había querido decir. "Y tú solo te dedicas a verme con esa sonrisa tuya."

Me apresuré a ir tras él, casi olvidando mi propio bolso. Mat ya se acercaba al siguiente paso peatonal, caminando cabizbajo. Luego de un momento pude saber que no estaba molesto, sino más bien perdido en sus propios pensamientos. Estaría evaluando todas nuestras posibles opciones, seguramente. Mat era ese tipo de persona. El que pensaba y evaluaba.

Vi más allá de él. Una luz verde dio la señal de "Pase" y me disparé corriendo hacia Mat, rebasándolo, cruzando la calle y llegando aún más lejos. Le tomó unos segundos alcanzarme, lleno de curiosidad. Abrió la boca para decir algo y se detuvo al ver que ambos estábamos de pie frente a un quiosco de revistas.

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