Capitulo 13: Presagios De Boda.

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El sol empieza a ocultarse tras las colinas cubiertas de un gran manto verde. La primavera comienza a asomar y eso se empieza a reflejar en los arboles de hoja caduca, los cuales empiezan a cubrir sus ramas para el verano, y en los de hoja perenne, cuyas hojas comienzan a tener un verde especial. Pero, aún así, el suelo del bosque está cu-bierto con gruesas capas de hojas marrones y secas las cuales están enredadas en el largo cabello dorado de Katherine.

-Robin...-empieza a decir la dama pero el rubor hace presa de ella.

Robin se acerca a la dama con pasos firmes y largos mientras termina de atarse el cinturón. Robin coloca sus manos en los hombros de Katherine y la hace girar sobre sus pasos. Ella piensa que volverá a poseerla pero su esperanza de torna en decepción al comprobar que en lugar de terminar de desabrochar su corsé la ayuda a terminar de abrocharlo.

-No hay muchos caballeros que sepan atar corsés.-concluye Katherine aguantando la respiración y permaneciendo lo más callada y quieta posible.

-No soy un caballero. De lo contrario no habríamos hecho nada de lo que ha pasa-do esta tarde.

Los dedos de Robin quedan enredados con las largas cuerdas del corsé cuando Katherine se gira y lo mira con una gran sonrisa seductora.

-Y si yo fuese una dama no habría consentido en hacerlo.-Katherine pasa sus finos y largos dedos femeninos por los labios e Robin quien no puede evitar lanzar un suspiro profundo.-Supongo que estas tierras salvajes nos han cambiado a los dos. Hace cinco años no habrías consensito en arrebatarme mi virtud a menos que fuese en nuestra noche de bodas.

-Estas tierras no son salvajes.-concluyó Robin desenredando sus dedos de la cuer-da del corsé y quitándole la mano de su casa y sosteniéndola en el aire.-Fue la guerra lo que me cambio a mí. Hace cinco años no lo habría hecho ya que mi corazón pertenecía por completo a Marian de Wessex...

-¿Y ahora ya no?-lo interrumpe Katherine en un tono sarcástico que pone a Robin de peor humor aún.

-Ahora sé que ella jamás me perdonara cuando antes pensaba que tenía una mínima posibilidad de que eso pasase. Por eso lo he hecho.

Katherine se indigna cuando Robin termina de hablar y finalmente gira sobre sus pasos y se dispone a subir la colina por la que bajaron hacia ya tanto tiempo.

-Así que... ¿habéis yacido conmigo por despecho?

-No os pongáis tan bien puesta, Lady Katherine. ¿No era eso lo que andabais bus-cando con tanta insinuación? Pues, al fin, lo lograsteis.-dice Robin sin apartar su mirada del camino que está tomando.

Katherine enrojece de cólera. Pero él tiene razón. Aquello era parte de su plan. Pe-ro ¿con que fin? Es la pregunta que no desaparece de la mente de Robin mientras que en la de Katherine no pasa otra cosa que la palabra: Venganza.

Se vengará de él por aquellas palabras tan desagradables. Katherine termina de atarse el corsé como Dios le da a entender y coge el resto de su ropa y camina en la di-rección opuesta mientras se viste con gran dificultad ya que ella, jamás, se había vestido sin ayuda de sus doncellas, y menos aún caminando en mitad del bosque.

***

A la mansión Wessex acaban de llegar los organizadores de la boda de Marian y Gisbourne enviados por orden de Lady Elisabeth, madre de Marian.

En el gran salón, junto a la chimenea, se encuentran tres mujeres, tres modistas de renombre en la corte, arrodilladlas a su alrededor tomándole medidas para tu traje de novia.

Mientras, Lord Wessex está sentado a la mesa degustando plato tras plato para elegir el menú del banquete de la ceremonia.

Todos irradian felicidad y estrés mientras el rostro de Marian no expresa absolu-tamente nada y dicha inexpresividad sorprende a las tres modistas.

ROBIN HOOD, LA LEYENDADonde viven las historias. Descúbrelo ahora