Capitulo 23.La Amarga Despedida.

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Ha transcurrido un día y medio desde el fallecimiento de Lord Wessex. Todos se encuentran ultimando detalles para su funeral. El fraile Tuck, sacando lustre a sus mejores galas, un habito blanco con los bordes en dorado y preparando su mejor sermón para ofrecérselo a my lord. Todos andan de un lado para otro, de acá para allá.

Todos menos Robin. Quien sigue vigilando cada segundo de los sueños de Marian. Robin sujeta con gran delicadeza la mano de Marian, la cual aún se le están curando las heridas infligidas por el gobernador.

-Mi amor, sé que no puedes, sé que todo te duele demasiado en estos instantes y que durmiendo es como únicamente no te duele nada, o al menos no lo sientes. Pero, amor mío, necesito que despiertes. No quiero enterrar a tu padre contigo inconsciente.

Marian presiona fútilmente la mano de Robin y este sabe que lo ha escuchado. Marian está despertando.

Robin se inclina un poco hacia su amada acariciando su frente y su cabello con la mano libre.

-¿Mi amor?-la llama Robin esperando respuesta.

Marian abre los ojos con gran dificultad. La luz le molesta y, de repente, todo el cuerpo comienza a dolerle enormemente.

-Cariño. Cariño, ¿cómo te sientes?

-Me duele todo.-dice con un hilo de voz.

-Es normal. Pero no te preocupes, yo cuidaré de ti, ¿vale?-Robin se inclina para darle un casto y tierno beso en los labios.

Solo el mero roce de los labios de Robin contra los suyos le provoca gran dolor en los pequeños cortes y yagas de la boca, provocados por los innumerables golpes del gobernador.

-Lo siento.-se disculpa rápidamente Robin.

-Tranquilo. No pasa nada. ¿Dónde... dónde está... mi padre?-pregunta con la voz un poco más elevada.-Sé que le vi junto a mí. Estaba aquí conmigo, ¿dónde está ahora?

Una lágrima fugaz calló por la mejilla de Robin. Solo el pensar en cómo se lo va a decir o en la reacción de su amada ante la terrible noticia le provoca con dolor y pesar. ¿Lo odiará más? ¿O comprenderá que él no fue el culpable si no el gobernador?

Solo hay una forma de saberlo.

-Verás, cariño, yo... Tu padre...-Robin no encuentra las palabras adecuadas.

-Dilo de una maldita vez, Robin.-le suplica Marian.

-En la huida de Nottingham una flecha alcanzó de lleno a tu padre. Lo que viste de él cuando despertaste aquellos segundos eran, literalmente, sus últimos momentos de vida. Ni Farûq pudo hacer nada por él.

Los ojos de Marian se abren tanto que casi salen de sus cuencas. No puede ser. Su padre no puede estar muerto. De ser así, significaría que está sola. Que ya no le queda nada ni nadie por lo que luchar.

Su hermano, su madre y ahora su padre. Todos han ido marchándose de su lado uno tras otro y sin apenas despedirse.

Robin cierra los ojos, no puede soportar el dolor que le ha provocado a su amada. No puede verlo. Odia ver a My Lady llorar y, aún más, romperle el corazón como acaba de rompérselo ahora mismo.

Marian mira a Robin. Su reacción provoca algo en ella. Algo que hace semanas que no siente. Y es en ese mismo instante en el que lo comprende.

Para sorpresa de los dos, Marian coloca, con gran dolor, la mano sobre el rostro empapado de lágrimas de Robin. Éste abre los ojos como si fuese el mismísimo arcángel Miguel el que se le hubiese presentado.

ROBIN HOOD, LA LEYENDADonde viven las historias. Descúbrelo ahora