Capitulo 27.Lluvia De Cenizas.

106 9 12
                                    

Robin, Will, Alan, Toro y John regresan al campamento del norte con una cerreta con los cadáveres de todos los caídos en el ataque del gobernador. En otra de las carretas están todos los heridos. Cuatro en total, contando también al padre Tuck.

-¿Puedo hacerte una pregunta, Will?

Ante la atenta mirada de Robin mientras espera respuesta de su hermano, Will asiente lentamente.

-¿Hay alguien que sepa realmente quien eres?-la pregunta de Robin pilla desprevenido a Will.

-Sé que debería decir que no pero...-entonces Will ve a Marian salir de una de las casas con un cubo de agua caliente en las manos.-Ella lo sabe.

Robin sigue la mirada de su hermano hacia su prometida. Una parte de él comprende a la perfección porque ella es la única persona que conoce la verdad. Su hermano también está enamorado de ella y jamás lo ha ocultado en ningún momento.

Se siente culpable por enturbiar la felicidad de su hermano pero la felicidad de ella pesa más. Hace escasas horas que tiene un hermano, en cambio lleva toda la vida velando por la felicidad de la muchacha. El pesar de uno, la felicidad de dos.

Tras horas eternas cuidando enfermos, perdiendo amigos y salvando a otros, Marian ya no puede aguantar más. En mitad de la noche, y sin que nadie se percate de su ausencia, Marian se escabulle de una de las casas. Con paso firme pero sigiloso, ensilla uno de los caballos. El que más corre de todos. El caballo de Will. Un increíble caballo de pelaje negro que, unos años atrás, se lo había robado al gobernador.

Cabalgando con el viento en contra, su larga cabellera se engancha en las ramas bajas de los arboles del bosque de Sherwood. Pequeñas filigranas de su vestido se quedan enganchadas en las ramas rompiéndolo a pequeños jirones.

Acompañada por la penumbra de una noche sin luna, Marian divisó la puerta principal de Nottingham. A estas horas de la noche las puertas están cerradas. Deja el caballo a la vista para que sirva de distracción a los guardias y ella se encamina a un desagüe por el que siempre entra y sale de la ciudad cuando quiere ser un fantasma en la oscuridad.

El agua y los desechos de la cuidad le llegan por la rodilla. Marian nunca se amilana cuando entra allí abajo. Ahora menos que nunca. Aldana, los niños, Tuck, y el resto de heridos y fallecidos. Solo puede pensar en ellos. Sabe que Robin querrá venganza por ellos. Sabe que coordinará un ataque y eso les dará tiempo al gobernador y a sus hombres a prepararse. Ese ataque, un único fantasma entre las sobras a solo unas horas de la masacre es algo que nadie espera. Ni siquiera Robin, que acababa de conseguir quedarse dormido después de estar más de la mitad de la noche vigilando que los heridos siguiesen respirando.

Marian, como una sombra más, cruza toda la ciudad de Nottingham por las cloacas de la ciudad. Al llegar al patio interior del castillo, comienza a escalar para salir a la superficie. Se ha acostumbrado a hedor que desprende ahora que ni lo huele y reza para que ninguno de los guardias que permanecen en sus puestos se percaten de ello.

Corre sigilosa por los pasillos del castillo con su daga en la mano. Sube las escaleras y entra en los aposentos del gobernador. Está en su cama, tumbado boca abajo, arropado a media espalda con una de sus pobres amanes junto a él.

Marian alza la daga y con un ligero y sigiloso movimiento lo clava en la nuca del hombre quien se retuerce de dolor, ahogándose en su propia sangre.

Al escucharlo, la amante se despierta y comienza a gritar como una loca, cubierta de sangre.

El gobernador sigue ahogándose y emitiendo diversos sonidos hasta que finalmente, deja de respirar. Toda la cama está empapada de su sangre. Marian, siente una ligera liberación en su pecho. Pero algo no le encaja. Marian se acerca cautelosa y gira el cuerpo sin vida del hombre que revela que no es el gobernador. Es un señuelo.

ROBIN HOOD, LA LEYENDADonde viven las historias. Descúbrelo ahora