Libro 3

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CULACCINO

«La marca que deja un vaso frío en una superficie».


«El año escolar había terminado y era hora de avanzar al siguiente nivel. Fui el mejor de la clase y eso significó mucho para mí.

Siempre he sido colaborador, dispuesto a ayudar y si mis notas son buenas nunca lo digo con arrogancia. Me importan los sentimientos de los demás y considero que las calificaciones escolares no te hacen mejor.

Sin embargo, este tipo de personas siempre terminan lastimadas.

Mi papá decidió que nos quedaríamos en la ciudad durante las vacaciones, aunque cuando dijo: «nos quedaremos en la ciudad», se refería a: «nos quedaremos en la casa». Pero no fue malo, mamá preparaba siempre unos exquisitos postres y unos estupendos desayunos y por las tardes nos sentábamos en el patio trasero para tomar limonada. Luego, cada noche, veíamos una película sentados en el sofá, alternando siempre el género.

Lo malo fue que los amigos que había hecho el año escolar anterior nunca me visitaron, ni me escribieron, ni llamaron, nada. Era como si hubieran desaparecido. Pensé que se habían mudado, y tuve miedo de comenzar el siguiente curso y no tener a mis mejores amigos. Tenía miedo de que me dejaran solo de nuevo.

Segundo año

Llegué al instituto y todo estaba exactamente igual a como yo lo recordaba.

Lo primero que hice fue buscar a mis amigos, pero no las encontraba. Sólo podía ver a los nuevos alumnos de primer año siendo intimidados por los del último curso y a los profesores que analizaban a cada estudiante que estuviera llegando; pero luego, cuando decidí sentarme a esperar que ellos me encontraran, pude ver que mis dos amigas estaban bajando juntas del autobús escolar.

Me acerqué a ellas y me dieron un gran abrazo. Hablamos muchísimo, teníamos muchas cosas que decirnos; ambas habían salido de la ciudad y tuvieron unas vacaciones admirables. A la persona que no vi fue a mi mejor amigo, asumí que no iba a venir y eso me desilusionó un poco. Tus amigos son los que hacen que las horas de estudio sean menos tediosas. Él no fue ese día, pero por lo menos no estaría solo.

En un salón de clases siempre hay pequeños grupos, en el mío yo los clasificaba como: «amigos», «compañeros» y «aquellos que no me hablan».

Mis amigas entraron primero y les pedí que me reservaran un puesto. Cuando yo entré al salón pude notar que ellas se habían sentado con los que yo muy amablemente había clasificado como «los que no me hablan», inmediatamente me sentí incomodo e ignoré el asiento que me ofrecieron. Inventé una buena excusa y me senté en uno de los primeros puestos, cerca del profesor.

Durante la hora del desayuno fui con ellas y sus nuevos amigos, era eso o sentarme solo y no quería volver a aquella situación de nuevo; pero me sentí muy incómodo.

Llegué a casa muy decepcionado, esperando que al día siguiente mi mejor amigo decidiera ir al instituto. Fui a mi habitación y comencé a leer para distraerme.


Vi que mis amigas estaban hablando con las personas que me incomodaban cuando llegué al colegio, por ello preferí no saludarlas, además ellas ni siquiera notaron que yo había llegado.

Y cuando faltaba muy poco para que sonara el timbre, y estaba convencido de que no hablaría con nadie ese día, puede ver que mi amigo estaba llegando al colegio.

Entramos al salón de clases y notamos que las chicas prefirieron sentarse con sus otros amigos. En ese instante comprendí que algunas personas entran en tu vida sólo para ofrecer una felicidad efímera.

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