Capítulo 8

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-E-em...lo siento mucho Scott, no sabía que eras tu y-y me había asustado porque pensaba que era otra pers...-antes de que acabara mi explicación su gran mano acogió a la mía y me llevó dentro de la cocina. Unas tostadas con mermelada de albaricoque y un vaso de zumo de naranja yacía en la pequeña isla de la estancia.

-Si quieres algo más solo dímelo. -dijo todavía con ese extraño brillo en sus ojos.

-Muchas gracias. Pero enserio perdón por lo de antes...- derrepente mi yo insegura salió a la luz.

-No te preocupes, he recibido peores golpes-me dijo tranquilamente. No sabía cómo tomarme esa frase, pero bien seguro que no. Nos quedamos unos segundos en silencio y una prrgunta rondaba en mi cabeza.

-¿Por qué he amanecido aquí y no en mi casa?- pregunté confundida. Él se rascó la nuca y contestó.

-Te dormiste y cuando intenté despertarte para saber cuál era tu piso no lo hiciste, en ningún momento. Así que decidí traerte aquí.- asentí sin saber qué decir o qué hacer y me quedé allí parada. Él hizo un gesto para que me sentara y así lo hice.

Me senté en uno de los taburetes, con mi mano derecha cogí el vaso de zumo y bebí un corto trago. Sentía la mirada del australiano sobre mi y eso me incomodaba a más no poder. Dejé el vaso en su sitio y cogí una tostada, titubeante mordí la esquina y mi boca se derritió con la mermelada. Al parecer Scott se dió cuenta de mi gusto por la mermelada, ya que soltó una pequeña risa.

Continué con mis mordiscos durante 3 minutos y todavía me sentía incómoda, giré mi cabeza hacia la izquierda y el chico seguía mirándome apoyando todo su peso en sus dos codos. No entiendo cómo no me dí cuenta antes pero...no llevaba camiseta, madre mía. Por la sorpresa me atraganté con mi propia saliva y comencé a sentirme acalorada. Scott se dió cuenta y rápidamente acudió a mi "ahogamiento". Daba golpes suaves en mi espalda, cuando dejé de toser se puso delante de mi y posó delicadamente sus dos manos en mis mejillas.

-¿Estás bien?- preguntó con preocupación.

-S-si-contesté con la voz ronca. Inconscientemente mis manos fueron a parar a sus pectorales.

Este día no va a acabar nada bien...










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Gracias por leer.

¿Creer o no creer?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora