IV

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Llego a mi casa, donde está mi madre tumbada en el sofá del salón durmiendo.

No dudo en despertarla, no quiero que mañana se despierte con dolores corporales.

Mamá, vete a la cama. Te has quedado dormida.

-No estoy durmiendo, estoy viendo la película.

-Pero mamá, si ya está la teletienda.

Me rio. De verdad que mi madre es de lo que no hay.

-¿Dónde te habías metido? Te he estado llamando -se despereza.

-Lo siento, mami. Es que si te cuento lo que me ha pasado se te para el corazón.

-Ay, hija. No me asustes.

Le cuento la historia de la forma más delicada posible, pues decirle a una madre que han atropellado a su hija no es fácil.

-Hija mía, pero qué me estás contando. Ay, Dios mío. Tú estás bien, ¿verdad, cariño? -asiento -Uf, gracias a Dios. ¿Y qué has hecho con la gata?

Me bajo la cremallera de la chaqueta, donde tengo escondida al minino que no ha parado de dormir.

-Pero qué bonita es, madre mía -le acaricia su pequeña cabecita. -¿Cómo se llama?

-Pumpkin pero creo que le voy a cambiar el nombre por Sleepy. Lo único que ha hecho desde que fuimos al hospital ha sido dormir.

Mi madre ríe.

-Es adorable. Pero cariño, ya sabes lo que les ocurre a tus hermanos con los gatos.

Suspiro. No llego a entender este odio de mis hermanos hacia los gatos, si son lo más adorable del mundo. Sobre todo ésta, que es más buena que el pan.

-Joder, mami. ¿No puedo dejarla en mi habitación? Prometo que no saldrá de allí y ninguno de los chicos se enterará. Sólo lo sabremos Eva, tú y yo. Lo prometo, mami.

-Lo siento, cariño, pero no puede ser.

Suspiro de nuevo. En momentos como éste, desearía tener mi propia casa.

-Joder. ¿Y ahora qué coño hago con la gata?

-¡Megan! -chilla mi madre. Odia que digamos palabrotas delante suya.

-Lo siento, mami. Pero es que me cabrea -vuelvo a suspirar. -No sé dónde puedo dejar a la gata. Deja que esta noche se quede aquí, por favor, mami. Te prometo que no se van a enterar, de veras.

Le pongo ojos de cachorrito abandonado y acepta mi promesa.

-Está bien, suspiritos -odio que me llamen de esa manera, pero esta vez lo dejo pasar. -Tienes cuarenta y ocho horas para encontrar un sitio en el que se pueda quedar, ¿de acuerdo?

Salto a sus brazos y la abrazo.

-Gracias, mami. Eres la mejor, te quiero.

Corro a mi habitación en lo que mi madre apaga la televisión y después se dirige a la suya.

Revivo la historia por tercera vez, ya que mi hermana me espera despierta en nuestra habitación. También estaba preocupada por mí.

A la mañana siguiente, ambas nos despertamos a la vez. Por suerte es sábado y ninguna de las dos tiene que ir a clase o a trabajar. Así que, decido dormir un poquito más. Eva está tan emocionada con la nueva integrante de la casa -durante cuarenta y ocho horas- que se levanta de su cama para poder saludarla.

Juega un rato con ella y después veo como escribe un cartel para ponerlo en la puerta y que nadie pueda entrar para prevenir que vean a la gata. En él se puede leer con letras grandes y redondas:

Me & Mr. Jones.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora