XIV

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Megan.

En antaño, decían que dormir era para reponer energías; ahora dicen que es para escapar de la realidad pero ya ni eso puedo hacer.

Con la tontería, mis dos hermanas pequeñas ya se han graduado. Estos últimos cuatro meses han sido unos de los más largos de mi vida, ya que si pierdes el placer de la vida y de todo lo que la rodea, pues se complica. De vez en cuando, -cuando tenía ganas de ello- he estado quedando con Daniel y en algunos de esos encuentros hemos tenido sexo, aunque el sexo ha ido disminuyendo como nuestras quedadas. En este último mes, no he ido a trabajar -mi jefa ya sabe lo que me ocurre y me ha permitido darme de baja hasta que me recupere y a Gabriel le he dicho que no quiero seguir trabajando en el pub- y tampoco he quedado con nadie. Hacía todo lo posible para esquivar a Eliana, que estoy segura de que ya se imagina lo que me pasa, y a Daniel porque lo único que quiero ahora mismo es estar acompañada por alguien y escuchar sus insignificantes problemas. Aunque he de admitirme a mí misma -cosa que nunca haré en alto-, que ese hombre cada vez me gusta más pero ni con él tengo ganas de estar. En mi casa nadie piensa que esa mierda ha vuelto a mí, más que nada porque delante de ellos sé disimular a la perfección o por lo menos lo intentó. No quiero que se preocupen por mí, ya que no me lo merezco.

Escucho como la puerta de mi habitación se abre para después cerrarse y sé que es mi hermana, porque solo ella y yo sabemos cómo debemos cerrar nuestra puerta para no hacer ruido.

-Meg -me llama en susurro y yo la ignoro, para que se crea que duermo. -Sé que no estás dormida, así que respóndeme -me ordena.

Doy medio giro sobre la cama y la miro. Está de rodillas en el suelo, entre mi cama y la suya. Se acerca a mí y me acaricia la mejilla, dudo si apartarme o no, pero al final me decanto en que no. Sé que ese gesto por mi parte le dolería en el alma y sería otra manera de demostrar lo mierda de hermana y de persona que soy.

-¿Qué te ocurre, Meg? Últimamente no eres tú, desde hace mucho que ya no eres tú. O duermes muchísimo o de madrugada te despiertas para salir de casa e irte a saber dónde para volver a saber a qué hora. A duras penas comes y mamá ya se está preocupando, pensando en lo peor. ¿No será que...

-Evangeline, por favor -la interrumpo. -Tú no te preocupes por mí, ¿vale? Se irá, como ha pasado siempre, ¿de acuerdo? Y a mamá ni una palabra de esto, por favor.

Suspira y se levanta del suelo para después darme un beso en la mejilla.

-Megan -me dice y a parte de que me ha llamado por mi nombre completo, se nota enfado en su voz. -o hablas tú con mamá o lo haré yo -me advierte antes de salir de la habitación, dejándome de nuevo sola.

Ahora soy yo la que suspira. Decido levantarme de la cama e ir a darme una ducha porque la necesito, seriamente. Me paso bajo el agua caliente horas mientras lloro desconsoladamente y preguntándome: por qué a mí. ¿Por qué tengo que pasar por esta mierda? ¿Tan mala fui en mi vida pasada que ahora esta vida me lo está devolviendo? Capaz que sea eso... soy lo peor.

Salgo de la bañera y me termino de preparar para después irme a la cocina y sentarme junto a mi familia con la que hace mucho que no paso un rato. Se sorprenden al verme y me saludan con mucho cariño, el cual recibo de la mejor manera posible para que no se preocupen por mí ni me hagan preguntas. Me siento a comer con ellos y me lo como todo aunque no quiera pero a de parecer que estoy bien, aunque sé que con mi madre no cuela porque no deja de mirarme con cara de reproche.

Cuando me termino las lentejas que ha preparado mi madre, que por cierto estaban muy ricas pero que en verano no sientan tan bien como en invierno, recibo un mensaje de Eliana que leo sin abrirlo.

Me & Mr. Jones.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora