XVIII

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Por fin hemos vuelto a casa, ya estoy con los míos, con mi queridísima familia. Echaba mucho de menos a mi madre y también a mis hermanos. Hemos estado solo una semana en California pero me ha parecido un mes. Este viaje ha hecho que me recupere un poco, ya no estoy tan mal como antes. Ahora sonrío, como mejor, duermo bien... en definitiva: todo ha mejorado.

En cuanto a Daniel, no he podido hablar con él sobre lo que le dije, que le quería y todo eso. Siempre que lo intentaba había algo que se interponía para que no lo hiciese, capaz que era una señal, no lo sé. Se lo conté a mi amiga y flipó pomelos, pepinos, de todo. Y es normal que flipara tanto, yo también flipo cuando me acuerdo de mis palabras, de las cuales me acuerdo a la perfección: Si yo pudiera darte una cosa en la vida, me gustaría darte la capacidad de verte a ti mismo a través de mis ojos. Sólo entonces te darás cuenta de lo especial que eres para mí.» Me gustas muchísimo, y creo que te quiero." Una cita de Fridah Khalo, ¿en qué narices estaba pensando? ¿Cómo se me ocurrió malgastar una cita de la mexicana estando borracha? A veces me sorprendo, de verdad. Y también me avergüenzo.

Me tumbo sobre mi cama -¡cómo la echaba de menos!- y cierro los ojos mientras escucho a Lizzy Grant, más conocida como Lana Del Rey. Summertime Sadness suena en mis auriculares y yo tarareo la canción tranquilamente. Abro los ojos y frente a mí tengo mi maleta, todavía sin deshacer. Siempre que vengo de viaje hago lo mismo, dejo las maletas o las mochilas en una parte de la habitación y hasta que no necesito algo ni siquiera me molesto en abrirla. Y ahora que lo pienso podría aprovechar y leer el libro que me prestó Daniel. Me siento sobre la cama y acerco la maleta hasta mí, sin hacer esfuerzo y la abro. Busco el libro entre las prendas de ropa y descubro la tapa gris del libro entre mis camisetas de verano; también aprovecho y busco mi paquete de tabaco, del cual no he fumado desde California. Me sorprende y mucho. Abro el libro por la primera página y comienzo a leer lo que escribió esta niña judía alemana años atrás, en la que cuenta su historia durante dos años y medio cuando tuvo que esconderse con su familia y cuatro personas más de los nazis de Amsterdam. El lugar en el que estaban escondidos ella lo llamaba La Casa de Atrás, no sé por qué, lo sabré cuando me lea el libro.

Cuando me quiero dar cuenta y porque mi teléfono ha empezado a sonar y a vibrar, me he quedado dormida, con el libro al lado mía, bajo mi mano. Aun estando inconsciente, cuido perfectamente de los libros. Soy genial.

Mi móvil suena de nuevo y leo en la pantalla un montón de números, a los cuales no les doy un dueño. Contesto.

-¿Sí?

-¿Megan?

-Sí, ¿quién es?

-Conque teléfono nuevo, ¿eh?

Susurro un "mierda" para mí misma...

-¡Megan!, ¿se puede saber dónde cojones está el puto gato?

En un principio no reconocí la voz pero ahora la reconozco, la cual ya no causa ningún efecto sobre mí, excepto asco. Me sorprende que después de meses se digne a llamarme para preguntarme por la pequeña Pumpkin, está claro que no le importaba ni medio pomelo.

-¡Megan, te estoy hablando! -me chilla, haciéndome volver a la realidad.

-No me estás hablando, me estás chillando; y si no quieres que me ponga a chillar yo también, será mejor que pares.

-Pues dime dónde cojones está el puto gato.

-No sé de qué me hablas.

Me & Mr. Jones.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora