XII

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El mayordomo, que creo que se llama Bruno, nos sirve la comida en platos de oro -esta vajilla vale más que mi casa- y para mi desgracia lo que hay que degustar es pescado a la no sé qué. No me interesa. ¡Solo sé que odio el pescado! ¡Yo no como pescado y ni pienso comer pescado!

Piensa rápido, Meg, algo...

-No puedo comer pescado, soy alérgica -me muerdo el labio nerviosa por si mi mentira es creíble o qué. La señora de la casa no dice nada, me mira de mala gana. Como lleva haciendo desde que he llegado. -No puedo comer nada que viva en el mar. Cuando como algo de eso se me inflama la lengua y no puedo respirar. Una vez, estuve a punto de pasar a mejor vida, ¿sabéis? Era pequeña, tendría unos cinco años o así, y mi madre en Noche Buena preparó huevos duros rellenos de atún y mayonesa. Y como no sabía que era alérgica al pescado y mi madre tampoco, me comí uno y ya os podréis imaginar dónde acabe, ¿no? Pues nada más y nada menos que en el hospital. Menuda Noche Buena pasamos ese año, ni os imagináis.

Creo que ya estoy hablando mucho, me pasa cuando estoy soltando una mentira y ya no puedo parar.

Miro de reojo a Eliana y veo cómo se está aguantando la risa. Sabe perfectamente que odio el pescado, y que ni por todo el dinero del mundo me lo comería.

-Por suerte sigues con vida y te he conocido, ¿no? -dice Daniel y yo le entrego una sonrisa de lela total.

¡Ay, diosito! ¡Qué bonito, qué romántico! Es una frase muy de los libros de Megan y creo que me va a dar algo.

"¡Dios mío, qué exagerada! Ni que lo dijese de veras, recuerda que todo es una farsa." Y he aquí, mi querido subconsciente, que siempre está para explotar mi burbuja.

-No te preocupes, pediremos que te preparen otra cosa.

-En realidad no tengo mucha hambre, así que da igual. Cuantas menos bocas que alimentar, más ración para cada uno -me encojo de hombros a modo de disculpa.

-¿Segura, cielo?

¡Ay, diosito, me ha llamado cielo. A mí me va a dar algo!

Asiento con una sonrisa igual -o incluso más- de estúpida que la de antes, porque no puedo hablar. No me sale.

Cada uno está con su plato, mientras yo les veo comer eso a lo que llaman comida. ¡Dios mío, hasta la pinta que tiene es vomitiva! Charlan animadamente, y Eliana y yo sonreímos sin nada que decir, nos sentimos como intrusas dentro de la casa.

-Bueno, ¿y cómo os conocisteis? -pregunta mi suegra de pega.

Daniel y yo nos miramos, y nos preguntamos con la mirada qué podemos decir.

-En el instituto. Es la hermana de dos de mis alumnos.

-Sí, nos conocimos gracias a mi hermana en realidad. Mi hermano pequeño tuvo un pequeño percance y yo tuve que ir al instituto para que me informaran de lo sucedido, pero bueno, eso no importa. Mi hermana nos presentó y ahí se quedó la cosa, hasta unas horas después que nos volvimos a encontrar. Yo iba tranquilamente con mi bicicleta, él no miraba por dónde iba y bueno, me atropelló. Y siendo sinceros, me alegro de que me hubiese atropellado. ¿No es romántico? -pregunto mirando a "mi amor".

-Sí, muy -dice Eliana con sorna.

Le lanzo una sonrisa asesina pero no surte efecto.

Mercedes, la madre de los hermanos Ochoa, asiente sin decir más.

-¿A qué te dedicas? -pregunta Max.

-Trabajo en una librería porque me encanta leer. ¿Y qué mejor lugar para una amante de la literatura que una librería?

Me & Mr. Jones.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora