Parte 20

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El costo del viaje era tan modesto como las condiciones de comida y descanso, que el capitán se esforzaba en disculpar, y que a Samuel le parecieron más que adecuadas al compararlas con sus anteriores embarcaciones.

El pequeño balandro rara vez se alejaba de la costa, deteniéndose cada día allí donde el capitán conocía a alguien interesado en menudear con su carga.

La tripulación, ya mayor, dominaba el oficio, no permitiendo que Samuel hiciera nada más que permanecer sentado en un rincón. El muchacho por su parte, acataba su función intentando pasar desapercibido, especialmente en aquellos puertos donde se topaban con barcos de la marina. Su condición de desertor hacía que hundiese la cabeza sobre los hombros cuando se aproximaban a cualquier soldado o nave militar. Por precaución, él nunca desembarcaba, limitándose a pasear sobre la borda para desentumecerse.

La bandera extranjera y la edad avanzada de los marinos les hacía viajar sin miedo a un enrolamiento forzoso, llegando en una ocasión a entablar conversación con un oficial que pretendió requisar víveres para la contienda.

—En estos momentos, cargo herraduras, anzuelos, martillos, collares y lana virgen —explicó el capitán, olvidando intencionadamente los abundantes frutos secos—. Dudo que ninguna de mis posesiones pueda ayudaros en vuestro cometido.

El oficial tomó dos martillos que seguramente, acabaron en su propia casa, y un collar que le regalaron con ánimo de zanjar amigablemente la cuestión.

Había perdido la cuenta de los días de viaje cuando una mañana escuchó infortunados murmullos. Samuel se incorporó para indagar. Aquellos marinos no se alteraban con facilidad.

—¿Qué sucede? —preguntó al capitán.

—Los hombres tienen miedo. Nos acaban de informar que hay algunos barrios apestados el Londres, aunque al parecer, todo está controlado. No os preocupéis, venderemos aquí nuestra mercancía, un paquebote la llevará hasta Greenwich. Allí hay hombres que compran comida y provisiones para venderlas a familias, que ante el miedo al contagio, viven clausuradas dentro de barcos. Nosotros continuaremos bordeando la costa hasta New Forest.

Samuel se retiró conforme. Conocía aquel lugar, desde allí podría ir a caballo hasta Bristol por el camino que pasaba por Bath. Pero hasta que eso ocurriese quedaban muchos días de aguantar sentado en aquel astilloso rincón.


ANNUS HORRIBILISDonde viven las historias. Descúbrelo ahora