Parte 16

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En una pequeña celda Emma frotaba los dedos para evitar el entumecimiento. Tras el ruido de la cerradura y el rechinar de la puerta, apareció Cecilia, que pese a su baja estatura, tuvo que agacharse para acceder.

—¿Cómo estáis señorita?

—Me encuentro bien.

—Adam Silver pagó para que así fuera —reveló abriendo los ojos—. Es un buen hombre.

—Lo es, aunque nunca lo he amado.

—Eso ahora no importa, el amor es un anhelo al que sólo los ricos pueden hacer caso, y ahora señorita, solo tenéis deudas, deudas y otra boca que alimentar. Harris vino a hablar conmigo, accederá a que salgáis de aquí...

—¡Christopher Harris es un asesino! Deberían colgarlo.

—Yo también le aborrezco con todo mi corazón, pero me temo que no tenemos otra cántara: debemos tratar con él. Dentro de poco nacerá la criatura que portáis en vuestro vientre, y todos sabemos que no hay lugar para un crío en la cárcel, suelen nacer muertos. Las pocas madres que sobreviven al parto, no dan leche. En el mejor de los casos, mandan al bebé a una casa de huérfanos, y ni tan siquiera siempre, esos albergues están tan abarrotados de bastardos e hijos de mujeres solteras que ya no pueden aceptar más niños; apenas tienen dinero para malcomer. Yo no podría hacerme cargo de él, aparte de Bristol el único lugar que conozco es mi pueblo, y allí no sería bienvenida. Además, los caminos son demasiado peligrosos, llenos de bandidos y salteadores, como para cargar con una criatura tan frágil. Debéis salir de aquí.

—¿Pero cómo?

—He hablado con el juez, y le he expuesto que estáis encinta, sé que en ocasiones liberan a mujeres preñadas hasta el alumbramiento, pero en vuestro caso se ha negado por miedo a que os fuguéis sin cancelar las deudas. Harris no sólo pagó todas vuestras posesiones, sino que liquidó todos los descubiertos de vuestro padre, en total le debéis más de trescientas guineas.

—¡Trescientas guineas!

—Adam Silver jamás podrá afrontar una deuda así, y aunque pudiera, Harris no dejaría que llegase con vida a la boda. Ahora es el propietario de todas vuestras posesiones, y por lo visto también se cree vuestro amo, así que no esperéis de él más compasión de la que dispensa ante cualquiera de sus negros.

—Jamás reuniré semejante cantidad. Viviré presa, y lucharé porque mi hijo nazca con vida.

—Veréis señorita, sobreponiéndome a la repulsa que me produce Harris, profundicé en la conversación. Él pensaba dejaros varios meses en prisión para debilitar vuestra moral y después ofreceros de nuevo su mano. Pero pensando en que estabais embarazada, intenté impedírselo. Yo, yo... —Cecilia, insegura de cómo había obrado, tomó fuerzas para continuar— ...intentando ablandar su corazón, le dije que el hijo que lleváis en vuestras entrañas es suyo, y él accedió a adelantar su oferta. Os sacará de aquí sólo si os casáis con él, tal y como pactó con vuestro padre. Me ha permitido visitaros para intentar haceros entrar en razón.

—¡Pero Cecilia! ¿Cómo has podido? Acaso no recuerdas que estás hablando del asesino de mi padre.

—Lo recuerdo señorita, no puedo olvidar que es un hombre vil, ni la repugnancia que siento hacia él, pero pensadlo, ¿qué otra opción tenéis?

—Prefiero morir aquí, a vivir con él.

—Mi señora, no hablamos de morir, sino de vivir en la desesperación un largo año tras otro, de que os arrebaten a vuestro hijo de los brazos, y luego, si finalmente os liberasen, os veríais obligada a mendigar sin hogar, y entonces él se regodeará ante vos. Creedme señora, salid de aquí, aceptad en matrimonio a ese infame y tened a vuestro hijo en libertad. Él pronto se aburrirá de vos, irá con otras mujeres, y con un poco de suerte, os facilitará un dinero para cuidar a vuestro hijo. —La dureza de la mujer quedó a un lado mientras recordó con lágrimas en los ojos—. Mis hijos y mi marido murieron en la guerra, luchando por Cromwell, ahora mi pueblo es gobernado por las mismas personas que les asesinaron. No pude digerirlo y abandoné mis tierras, con ello conocí el hambre y el peligro de los caminos, creedme, no es un sitio para vuestro honor o cualquier otra mujer decente. Cuando llegué a Bristol vuestro padre me ofreció entrar a su servicio para cuidaros, desde entonces, sois lo único que tengo en el mundo y sabe Dios lo mucho que os quiero, por ello os suplico que no os dejéis consumir en este lugar.

—No puedo hacerlo. No puedo.

—Entonces moriréis en vida entre estas cuatro paredes. De aquí nadie escapa. Sin embargo, si os casáis con él, antes o después, podréis huir.

—Huir... ¡Quizás pudiera hacerlo antes de la boda!

—Me temo que eso es del todo imposible. Pretende casarse aquí, en la propia prisión, antes de libraros de vuestras obligaciones económicas.

—Cecilia, no puedo hacerlo.

—Recordad que estáis en la miseria. Ya no podéis esperar que nadie os atienda, debéis ser fuerte y pelear por la vida. ¿Acaso pensáis que no sé qué pretende ese hombre? En vuestra boda no habrá bromas ni risas. Os llevará con él y tendréis que abriros de piernas una noche tras otra, os pegará cuando le venga en gana, y no habrá amigos o jueces que escuchen vuestra causa, porque cuando un hombre rico se casa con una mujer pobre, adquiere el derecho a hacerlo; no hay norma escrita que lo diga, pero todos lo sabemos. Os tratará como a uno de sus esclavos, con la diferencia de que vos seréis más valiosa que cualquiera de ellos. Mis hijos murieron por la causa de Cromwell... vertimos sangre, ganamos la guerra... pero ¿acaso ha cambiado algo? El dinero sigue siendo el que dictamina la justicia en este país. A cambio de esta tortura tendréis la felicidad de ver crecer a vuestro hijo en la abundancia, Harris lo mantendrá mientras piense que es suyo. Pero debéis actuar pronto, antes de que la mugre de la cárcel apague vuestro brillo y parezcáis una de sus marranas, entonces perderá el interés por vos.

Emma lloró mientras su ama de llaves intentaba consolarla entre sus brazos.

—Cecilia, cuando testifiqué ante el sheriff que el puñal que mató a mi padre pertenecía a Cristopher Harris, nadie me hizo caso, aseguraron tener ya al culpable.

—Si señorita, una infamia más. Han colgado a un pobre hombre que nada tenía que ver con el asesinato.


ANNUS HORRIBILISDonde viven las historias. Descúbrelo ahora