Parte 17

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La silueta del capitán Van Goyen surgía gallarda desde el lecho de Samuel. Su sable afilado se paseaba por la mejilla del muchacho.

—Ya sabes lo que les sucede a los que desertan.

Los hombres se mofaban agolpándose a la espera del macabro espectáculo.

Patrick se acercó abriéndose paso entre la chusma. De sus heridas aún brotaba sangre que se desparramaba por su cuerpo.

—No es posible, tú estás muerto.

—Todos lo estamos.

Patrick rio, la sangre le brotaba por la boca, al igual que al resto de los piratas. El capitán del Nueva Esperanza también estaba allí, con su sombrero de plumón rojo y un corte vertical en el rostro, burlándose atronadoramente de la situación. Al girar sus ojos y encontrar los cuerpos sin vida de Adam, su padre y Emma, fue consciente de que estaba soñando y se despabiló.

—Todos muertos. —Escuchó por sus verdaderos oídos.

En un intento de abrir los ojos, consiguió captar una imagen invertida, estaba cabeza abajo. Desde el caballo donde le transportaban cual alforja, pudo captar el momento en el que una mujer rubicunda y bien parecida se cubría la cara con sus manos al escuchar las noticias: "todos muertos".

Cuando recuperó la conciencia no se podía mover. Embutido en un saco, descansaba sobre heno. Una vela iluminaba la estancia, pequeña y vacía si no fuera por un taburete de madera. Creyó reanudar sus sueños, al ver como irrumpía en la habitación el escocés que había muerto en la cabaña, pero al aproximarse, corroboró que se trataba de otra persona de gran parecido físico e indumentaria similar.

—¿Eres un pirata? —preguntó con su voz áspera de acento marcado.

Intentó hablar, pero su boca no le respondió, limitándose a negar con la cabeza.

—Viniste con los hombres que mataron a mi hermano, ¿verdad? Si no fuera porque vas a morir por ti mismo, te sacaría a la calle a patadas y te colgaría del primer árbol que encontrase.

Una mujer acudió ante la algarabía intentando contener al escocés. Samuel la reconoció, era la señora que recibió con lágrimas la triste noticia del asalto a la cabaña.

—Alec, sal de aquí. Este hombre ha salvado la vida a tu sobrina y no recibirá ningún mal de nosotros.

—Este cerdo inglés me ha de contar todo antes de morir. ¿Les ayudaste a matar a mi hermano, eh? —preguntó mientras le zarandeaba— ¡Confiesa!

—Ya está bien —le reprendió la mujer—. Todo hombre tiene derecho a morir sosegadamente.

El hombre abandonó la estancia, no sin pensárselo dos veces y echar la mirada atrás con ánimo de retomar sus indagaciones. Su mujer, con energía y tacto, terminó de convencerle.

—Debes disculparle, está furioso por el asesinato de su hermano. Me llamo Nora, soy tía de Beth. Ella me ha contado cómo la defendiste.

Mientras la señora le cubría la herida de la cara con un paño limpio, Alec apareció de nuevo, esta vez con su sobrina apresada del brazo. Los ojos de la muchacha evitaron encontrarse con la desgajada cara de Samuel.

—Mírale bien ¿Este maldito os asaltó?

—No, yo no le vi. Debía venir con ellos, pero no estaba entre los que atacaron a mi familia. No había ninguno tan joven.

—¿Os ayudó?

—Sí, mató al hombre que pretendía violarme.

—¿Y ayudó a vuestro padre?

—En un principio no, luego caí y no pude ver lo que sucedió.

—No le socorrí —interrumpió la voz cortada de Samuel—, fui un cobarde y siempre me arrepentiré de ello.

La mezcla de arrepentimiento, dolor y miedo, afloraron en Samuel en forma de lágrimas, que le proporcionaron un penetrante dolor al mover los músculos cercenados de su cara. Alec, al contemplar el suplicio, dejó marchar a la chica y aseguró:

—Tus heridas no son buenas, he visto algunas parecidas durante la guerra. No creo que resistas hasta el amanecer. Encomiéndate a Dios.

—Preciso una última voluntad. Quisiera hacer llegar un mensaje a mis familiares, ¿alguno sabéis escribir?

—¿Escribir? No, y el padre Owen no llegará hasta dentro de tres días.

—Entonces, os tendré que narrar mi historia. Cuando llegue el párroco deberéis contársela, mi prometida y mi padre merecen conocer toda la verdad. Saber que están en mis últimos pensamientos. Me llamo Samuel, Samuel Page. Soy hijo de un comerciante de Bristol...



ANNUS HORRIBILISDonde viven las historias. Descúbrelo ahora