Tras la tormenta viene la bomba.

182 18 6
                                    

Jamás olvidaré aquella noche borrascosa de octubre, en que inesperadamente todo cambió. Me encontraba en casa afligido por mis plantas, pues aunque había alcanzado a poner bajo techo las macetas, los ejemplares sembrados en el patio recibían los golpes de la tormenta. El viento rugía como si hubiera llegado el apocalipsis, y para empeorar las cosas, súbitamente me quedé sin luz eléctrica. Me puse a buscar unas velas que guardaba para tales emergencias, pero no conseguía localizarlas; después de chocar contra montones de objetos en la oscuridad, me resigné a esperar un amanecer mejor.

No se cuanto tiempo estuve dormitando, mas de repente, la luz de una linterna entró por los cristales de mi puerta y sonaron seis golpes desesperados. De inmediato fui a abrir, y grande fue mi sorpresa cuando tuve ante mí a aquel hombre del que tanto había leído. Quillsh Wammy estaba hecho una sopa y sostenía un paraguas en ruinas, pero ni aún así perdió la flema que lo caracterizaba.

—Buenas noches, caballero —dijo quitándose un estropeado sombrero—. ¿Sería tan amable de brindar refugio a mi chofer y a un servidor? Como puede notar, es imposible que sigamos nuestro camino.

De inmediato los invité a pasar. Mr. Wammy me cedió su lámpara para que pudiera encontrar las velas y traer toallas y ropa seca. Afortunadamente contaba con suficiente agua caliente para que ambos tomaran un baño.

—¿Qué los trae por aquí? —me atreví a indagar.

—Mi hermana murió.

—Lo lamento mucho. Fue sepultada en Londres, ¿verdad?

—Es correcto. Vine a buscar un nuevo director para el orfanato.

—Será difícil encontrar a alguien con las virtudes de la señorita Victoria. Por aquí sólo hay gente sencilla, con poca instrucción.

—Lo que busco es una persona honesta, que sepa inculcar valores a los chicos y tenga tiempo para dedicarles. ¿Cuál es su oficio?

—Soy jardinero —dije con orgullo—. Aunque últimamente no he tenido trabajo —agregué, con menos ánimo.

—No lo entiendo. Las flores que veo aquí son magníficas.

—Lo que pasa es que yo uso técnicas ecológicas de cultivo que resultan más lentas que las que se basan en químicos y pesticidas. Soy un amante de los insectos, y en lugar de destruirlos busco combinaciones de plantas que los mantengan a raya.

—Muy interesante —respondió Mr. Wammy frotándose su espeso bigote—. Veo que tiene usted varios libros sobre el tema.

El resto de la velada lo pasamos hablando de entomología. Mi interlocutor se mostró tan interesado, que el corazón se me salía de contento. Nunca nadie me había prestado tanta atención. Nos fuimos a acostar ya muy avanzada la madrugada, sin que la furia de la tempestad menguara un ápice. Les cedí mi pequeña habitación y me acomodé sobre un sillón, aunque la verdad es que no conseguí dormir; tenía miedo de que mi huésped descubriera la colección de fotos que Margaret me había enviado. ¡Menuda impresión se habría llevado al encontrar sus retratos bajo mi cama!

Inglaterra padecía "La Gran Tormenta del 87", y los viajantes decidieron permanecer en mi hogar hasta que el riesgo pasara. Lamenté no poder ofrecerles mejores alimentos y atenciones, porque no estaba acostumbrado a recibir visitas. Pese a ello, creo que el gran inventor se la pasó bien, pues terminó contratándome para llenar de flores la casa hogar.

El domingo por fin nos pusimos en marcha. Por el camino nos topamos con ciudadanos que se encontraban en aprietos por los árboles caídos o fallas eléctricas, y mi gentil patrón se detuvo a brindar toda la ayuda que pudo. Era merecidamente una celebridad, y yo me sentía honrado de que me integrara a su mundo.

Death Note: Los bombazos locos de WinchesterDonde viven las historias. Descúbrelo ahora