El hombre que no amaba a Eric Clapton

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La semana que precedió al concierto, L y yo la pasamos ocultos en el hotel; ni siquiera volvimos a visitar a Quillsh, y mucho menos salimos a comer fuera ni nada por el estilo. Estuvimos rentando cuatro cuartos en plantas distintas, y nos alternábamos para dormir en tres de ellos, siempre dentro de la tina de baño. La otra habitación la usábamos exclusivamente para hacer llamadas. Sospechábamos que nuestros enemigos nos buscaban, y esa era la mejor forma de mantenernos a salvo. Un día antes me había comunicado con miss Melbourne por lo del evento, y quedamos de vernos afuera de la sede para darle su boleto. Ella insistió mucho en pasar por mí, pero de ningún modo acepté, pues sabía que peligraba. El pequeño detective se mantuvo alerta durante los primeros días, con el revólver listo todo el tiempo, pero el miércoles me pidió que lo relevara para descansar un poco. Antes él caía dormido como una piedra, pero para ese entonces despertaba fácilmente ante cualquier ruido extraño; creo que su cerebro entró en un modo de desconfianza permanente del que nunca se pudo librar. Cuando reposó lo suficiente, pasó a la fase activa de su plan final; conectó un filtro de voz que llevaba con él y telefoneó a la jefatura de Waverley.

—Hola, necesito hablar con el superior que coordinará el concierto de Clapton —solicitó.

—¿A quién debo anunciar? —preguntó el secretario.

—Dígale que llama el detective conocido como L. Si no ha oído hablar de mí, vive en otro mundo.

En un minuto tuvo en la línea al jefe policiaco.

—Hola, aquí Barlow. ¿En qué le puedo servir?

—Necesito su colaboración para arrestar a varios criminales, entre ellos al bombardero loco de Winchester.

—Lo dirigiré con el oficial que está a cargo de ese caso.

—Ya lo conozco, es Collingwood. El problema es que el delincuente es uno de sus subordinados.

—¿Tiene pruebas de lo que dice?

—Si coopera conmigo verá al maleante en plena acción. No voy a pedirle nada que perturbe sus planes.

—Perdóneme, pero no lo conozco, y por lo tanto no puedo confiar en usted.

—Es una lástima, porque como extra puedo servirle en bandeja de plata al asesino de Thomas Melbourne y Ted White.

—¿Cómo dice? ¿Melbourne está muerto?

—Trabaje conmigo, y le diré incluso el sitio en que está su cadáver. Ganará mucho a cambio de poco.

—Negociemos entonces. ¿Qué es lo que necesita?

—Requiero que instale cámaras ocultas en lugares clave del Village Hall y las conecte a un sistema de monitoreo, que sólo usted y otro oficial de confianza deben controlar. Algunos elementos de Collingwood irán a apoyarlos, ¿verdad?

—Así es. Tengo en mi lista a tres de sus hombres.

—Debe ordenarle a ellos que revisen el lugar antes que cualquier otra persona entre, y los vigilará atentamente. Hay una posibilidad altísima de que uno de ellos coloque un artefacto explosivo.

—No puedo arriesgarme a un accidente. Será mejor que cancele su participación.

—En cuanto haya grabado al delincuente puede detenerlo y retirar la bomba sin que el público se entere de nada. Cuando el concierto haya comenzado busque un Alfa Romeo 164 azul oscuro con un tipo atlético dentro. Consiga la bala con que mataron a Mr. White, y cotéjela con el arma que el escolta llevará consigo. Si el sujeto tiene una herida en la mano izquierda, procéselo también por el intento de asesinato de Mr. Roger Ruvie. Cuando la función termine, localice a una mujer con cabello teñido de rubio y lentes de contacto verdes, y llévela a la comisaría para que testifique sobre el hombre detenido. Una vez neutralizadas esas personas, le diré el lugar exacto donde encontrará el cuerpo de Mr. Thomas, pero por ningún motivo me desobedezca, o esos tres maleantes huirán sin que podamos obtener pruebas en su contra.

Death Note: Los bombazos locos de WinchesterDonde viven las historias. Descúbrelo ahora