Érase una vez, una princesa blanca. La princesa blanca, tan blanca como divina, que hasta el manantial disfrutaba al reflejarla.
Era la princesa blanca que vivía en un pueblo costeño. Era la princesa blanca, tan blanca como las nubes en el cielo y como la nieve en la tierra. Su sola presencia calmaba las aguas, controlaba a los hombres con una mirada y con una sola palabra podía convertir una hormiga en león.
Era su cabello suelto al viento toda una fiesta para los elfos del mar, los cuales deseaban sobre todas las cosas sus labios rojos carmesí.
Eran sus ojos, ojos que esperan al amor, del color de avellanas maduras, mojadas por el roció, mirada llena de inocencia cual cervatillo recién nacido y sus parpados se cerraban con la suavidad de pétalos al anochecer. La princesa blanca, tan semejante a un lago dormido bajo un rayo de luna.
La princesa blanca, tan bella como un jardín de lirios en flor, era su voz cántico místico de alondra y era Poseidón su máximo admirador.
Eran sus manos cual blancas tórtolas sacudiéndose entre la arena dorada del mar.
Era la princesa blanca fiel reflejo de su interior.
¡QUE BELLA ERA LA PRINCESA BLANCA!
Solo en lenguaje divido se podía expresar todo su esplendor.
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Poemas De La Luna
LosoweLa poesía corre por mis venas cual río caudaloso, solo lo dejo fluir y que salga lo que salga