1.-

1.5K 130 28
                                    

Me llamo Naroa, y soy, probablemente, una de las peores influencias que podáis encontrar. Al menos eso dice mi padre en este momento. Estoy harta de él. Desde que mamá murió no está nada en casa, cada año se casa con una pelandrusca diferente y a penas he visto a mi familia italiana, la familia de mi madre. Por eso me llamo Naroa. Si no lo habíais escuchado nunca, ahora sí.

Así que mi padre, por su cuenta y probablemente con ayuda de la puta que tiene por mujer este año, ha decidido pedirme, sin yo quererla, una beca para estudiar el próximo año en Estados Unidos.

Y os preguntaréis, pero si eres tan mala influencia y todo eso, ¿cómo te la conceden? Mi etapa de ''rebelación'' comenzó hace unos meses, y las notas que miran son las del curso pasado, donde tengo todo aprobado y con buena nota.

De todas maneras seguro que mi padre tiene algo que ver con que me la hayan dado. Mi padre es el mayor accionista de una gran empresa de ropa. ¿Que típico, no? Niña rica que tiene caprichos.

No. Mi madre me educó humilde y buena, y eso no lo he perdido. Sólo me he desviado un poco del camino, pero la base está ahí.

Cuento la historia desde aquí porque creo que aquí fue donde empezó todo. La beca, la mudanza, la promesa de no volver jamás a España o, al menos, junto a mi padre. Mis tíos y él están peleando por mi custodia, pero por mucho que me moleste, y por mucho que ellos argumenten no la conseguirán. Mi padre tiene mucho dinero, abogados muy buenos y unas extrañas ganas de decir que no a mi felicidad.

Por eso, cuando acabe primero de bachiller en Estados Unidos, me negaré a volver con él. Bueno, a su casa, ya que él casi nunca está.

Vivo sola, de vez en cuando charlo con la gente del servicio, que es muy amable, pero en general no suelo mantener relaciones afectivas con ninguno. Cada vez que le cojo cariño a uno o una mi padre los despide.

Volverme una rebelde ha sido como una pequeña venganza para darle dolores de cabeza. Al menos el Estados Unidos no tendré que verle, puede que coja cariño a alguien, aunque prefiero no hacerme ilusiones.

Estamos yendo hacia el aeropuerto en uno de sus lujosísimos coches, un Ferrari rojo, creo que es. No me preguntéis el modelo. Aparcamos en el parking privado del aeropuerto de Barcelona y cuando bajo araño el coche con mi pulsera para dejarle un buen rallazo. Que se joda.

Sin esperarle, cojo mis maletas y me dirijo a facturarlas. Destino: Charlotte, Carolina del Norte. Escucho que llaman a mi vuelo y camino hacia donde te registran junto con el equipaje de mano.

-¿No te vas a despedir, Naroa? -dijo, por primera vez en mucho tiempo, sin burla en su voz.

-Claro. -sonreí.- Espero que la zorra con la que estás te pase herpes, gonorrea y sida. -me despedí con la mano y caminé lejos. Si tengo suerte, no le volveré a ver nunca.


Recogí mis maletas y caminé como pude con ellas y la mochila. Había dormido unas seis horas en el avión y el resto me lo había pasado leyendo o escuchando música.

Busqué entre la multitud algún cartel que pusiese mi nombre, pero nada. Esperé cinco, diez, quince minutos. Me senté en la maleta más grande. ¿Qué haría si no llegaba nadie a por mí? Entonces vi a una chica de unos treinta y pico años, corriendo y mirando a todos lados.

-Como no esté la buscas tú por todo Charlotte. -dijo enfadada la chica mirando a otro señor, de unos cuarenta años quizás, que miraba a la multitud nervioso.

-Lo siento, se me hizo tarde, ya te lo he explicado Marie. -dijo el chico. No sé si serían ellos o no, pero yo miraba la escena divertida mientras ellos seguían buscando vete tú a saber a quién.- Tiene que estar por aquí. ¡Natalie!

Naroa » Hayes GrierDonde viven las historias. Descúbrelo ahora