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Toda la semana. Absolutamente todos los días, Hayes me había llevado al instituto. Creo que ya se me conoce por ''La chica de Hayes'' lo que es bastante ridículo porque yo no soy propiedad de nadie.

Loev, Austin, Sonny y Nick les parece de lo más gracioso y se meten conmigo por mis bufidos cada vez que escucho eso. 

Ahora mismo estamos sentados los cinco en una mesa de la cafetería tomando el almuerzo, los chicos discuten sobre una chorrada a la que dejé de prestarle atención hace quince minutos y Loev y yo preparamos un trabajo de literatura que vamos a tener que hacer juntas, y es el 30% de la nota final.

-Que te digo que si conseguimos un propulsor pequeño y le atamos un bote de cristal, podemos bajar un cacho de nube. -dice Nick seguro. Austin asiente y Sonny niega con la cabeza cansando. Con los días me he dado cuenta de que es el más sensato.

-Pero eso es imposible. Naroa, hazle entrar en razón. -me pide.

Me giro y miro a Nick, que me mira coqueto, como siempre.

-Aunque el cohete llegase a tocar las nubes, ¿qué impediría que ese cacho de nube no saliese del bote? -pregunté sonriendo. Sonny levantó la palma de su mano y le choqué.

En ese momento una chica se sentó a mi lado. Tenía el pelo castaño, largo y liso. Los ojos verdosos y algo achinados. Llevaba una bandeja con comida, me fijé en que llevaba dos donuts e hice una mueca internamente. Sonreía, pero no le llegaba a los ojos. Más bien parecía que le hubiesen puesto don pinzas invisibles en cada mejilla, sujetando las comisuras.

Los chicos la miraron extrañados, Loev incluída. Yo más bien la miraba curiosa.

-¡Hola! Soy Dora. -saludó, quizás demasiado enérgica. No pude evitar pensar en Dora la Esploradora, y vosotras tampoco, no mintáis.

-¿Qué haces aquí? -preguntó Sonny. Esta chica tenía pinta de ser de último curso, igual que Sonny. Se diferencian bastante bien: maquilladas, llevan bolso en vez de mochila, el pelo perfectamente peinado y cierto aire de ''Joderos pequeños cabrones, el año que viene no estaré aquí y vosotros sí''. 

Tiene pinta de Reina del baile.

-He venido a conocer a nuestra nueva compañera. ¿Naroa, no? -asentí, mirándola desconfiada. Nadie se sabe mi nombre sólo por oírlo una vez.- Me gusta conocer a las personas de intercambio, siempre te aportan algo nuevo de cultura, ¿no creéis?

Todos la miramos como si fuese un perro verde, y ya que nadie decía nada, decidí hablar:

-¿Y ya has conocido a Mario? -pregunté ladeando la cabeza.

-¿Mario? -preguntó ella confusa.

-Sí, otro estudiante de intercambio, de Italia. -expliqué y se removió algo nerviosa en su sitio.

Primera señal.

-Ah, sí, me han hablado de él, pero todavía no le he encontrado. Eres la primera a la que veo. -hizo un extraño gesto con las manos y asentí.

No existe ese tal Mario. Segunda señal.

-¿Y bien, chicos, qué os contáis? -preguntó y empezó a comer su diminuto sandwich. O sea, ¿qué es eso? ¿La mitad? ¿Quién se llena con eso?

-Nada. -respondió cortante Loev. Tercera señal, a Loev no le cae bien, y a ella en general le cae bien todo el mundo, por lo que he comprobado en esta semana.

-Venga ya, ¿no habéis hecho nada interesante este verano? -insistió.

Si le contase a esta princesita lo que hice en el verano a lo mejor le daba una embolia aquí mismo. Vale, puede que exagere un poco, pero se asustaría.

Naroa » Hayes GrierDonde viven las historias. Descúbrelo ahora